Nuria y el teatro de los sueños



En un pequeño barrio de Buenos Aires, vivía una niña llamada Nuria. Desde que era muy chiquita, soñaba con ser actriz. Pasaba horas viendo obras de teatro y películas, y soñaba con los días en que podría estar sobre el escenario, interpretando personajes mágicos.

Un día, mientras paseaba por el parque, Nuria escuchó a sus amigos hablar sobre una audición que iba a haber en el teatro local.

"¿Te imaginas actuar ahí?", dijo uno de sus amigos emocionado.

"¡Sí! Sería increíble", respondió otro. Nuria, un poco tímida, se acercó.

"¡Yo también quiero!", dijo con valentía.

"Pero… ¿realmente crees que te dejarían?", preguntó su amiga Sofía, con preocupación.

"¿Por qué no? , ¡puedo hacerlo!", replicó Nuria, aunque sintió un nudo en el estómago.

A pesar de su entusiasmo, Nuria a menudo escuchaba comentarios que la hacían dudar. Algunos decían que el teatro era solo para personas que no tenían discapacidades, y eso la hacía sentir triste. Sin embargo, su amor por la actuación superaba esos pensamientos.

Decidió que no iba a dejar que nadie le dijera que no podía soñar. Así que, con todas sus fuerzas, se preparó para la audición. En casa, sentó a su familia y empezó a practicar. Tenía un hermoso monólogo preparado de su obra favorita.

"Voy a dar lo mejor de mí. Este es mi momento", les dijo con una sonrisa llena de determinación.

"Nuria, ¡estamos seguros de que lo harás increíble!", la animó su mamá.

El día de la audición llegó, y Nuria estaba muy nerviosa. Al llegar al teatro, se encontró con muchos otros niños.

"¿Estás lista?", le preguntó un niño llamado Tomás, que estaba esperando su turno.

"No lo sé", respondió nerviosa.

"Yo también estoy nervioso. Pero vamos a disfrutar!", le dijo Tomás.

Cuando llegó su turno, Nuria respiró hondo y se subió al escenario. Ante la mirada de los jueces, comenzó a recitar su monólogo. Pronto, olvidó el miedo y se dejó llevar por el personaje, mientras el público se sumía en un silencio reverente.

Pero de repente, se escuchó un grito. Una niña del público se había caído de su silla. Nuria, en medio de su actuación, se detuvo y, en un acto de valentía, corrió hacia ella.

"¿Estás bien?", preguntó Nuria con preocupación.

"Me duele un poco la rodilla", respondió la niña entre lágrimas.

"Vení, te ayudo", le dijo Nuria, olvidando por un momento su actuación.

Mientras ayudaba a la niña, los jueces quedaron impresionados por su gesto. Nuria, con dulzura y cuidado, ayudó a la pequeña a levantarse y le sonrió.

"Podés hacerlo, sos fuerte", la animó, y toda la sala aplaudió.

Tras el incidente, Nuria regresó a su monólogo, pero no era el mismo. El público, emotivo por su actitud, la alentó aún más. Al finalizar su actuación, todos aplaudieron con fervor.

Días después, Nuria recibió una carta del teatro: "Nos encantaría que formés parte de nuestro taller de actuación, queremos que sigas soñando y creando. Tu valentía y talento nos han impresionado a todos".

"¡Lo logramos!", gritó Nuria emocionada.

"¡Te lo dije! ¡Eras genial!", le respondió Tomás.

Así fue como Nuria comenzó a asistir al taller de actuación, donde no solo aprendió a actuar, sino que también hizo muchos amigos que la apoyaban en sus sueños. Todos sus compañeros reconocían su talento y la motivaban a seguir adelante.

Con el tiempo, Nuria no solo se convirtió en una talentosa actriz, sino también en una gran amiga y defensora de los derechos de los artistas con discapacidad. Al contar su historia, inspiró a muchos otros a seguir sus pasiones sin importar las dificultades.

Y así, Nuria, la niña que una vez temió que sus sueños no se hicieran realidad, encontró su hogar en el escenario y demostró que el valor y la pasión pueden trascender cualquier barrera.

FIN.

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