Odin y el parque de las reglas seguras
Había una vez un niño llamado Odin, que era muy valiente y aventurero. A sus tres años, ya había aprendido a andar en bicicleta sin rueditas.
Todos los días salía a pedalear por el barrio con una sonrisa en la cara y el viento en su cabello. Un día, mientras paseaba en su bicicleta por la calle, vio un parque muy grande y colorido al final de la cuadra.
Sin pensarlo dos veces, decidió ir hasta allí para explorar y divertirse. Al llegar al parque, Odin se encontró con muchos juegos emocionantes: toboganes altos, columpios que llegaban hasta las nubes y una enorme hamaca que lo hacía reír a carcajadas.
Estaba tan emocionado que se olvidó de los límites que sus papás le habían enseñado. "¡Qué divertido es este parque! Nunca quiero irme", exclamó Odin mientras saltaba de un juego a otro. Pero pronto empezaron a pasar cosas malas.
Odin no respetaba las reglas del parque y se metía donde no debía. Se subía al tobogán por el lado contrario, empujaba a otros niños en los columpios y correteaba sin cuidado entre la gente.
Un día, mientras jugaba cerca de un estanque lleno de patos, Odin tropezó y cayó dentro del agua. Empezó a gritar pidiendo ayuda, pero nadie podía escucharlo por encima de sus propias risas y juegos.
Por suerte, un señor mayor que estaba alimentando a los patos escuchó los gritos de Odin y corrió rápidamente hacia él. Lo sacó del agua sano y salvo, aunque empapado hasta los huesos. "¿Estás bien, pequeño?", preguntó el señor preocupado.
Odin asintió con la cabeza mientras sollozaba por el susto que se había llevado. El hombre lo llevó hasta sus papás, quienes estaban buscándolo desesperadamente por todo el parque. "Odin, ¿qué te pasó? ¡Estábamos tan preocupados!", exclamaron sus papás al verlo mojado y temblando.
El niño les contó lo ocurrido e inmediatamente se arrepintió de haber ignorado las reglas y límites que le habían enseñado en casa. Comprendió que era importante respetar las normas para mantenerse seguro y protegido.
Desde ese día, Odin aprendió la lección: siempre recordaría los límites establecidos por sus papás para jugar de forma segura y responsable. Y cada vez que pedaleaba en su bicicleta hacia nuevas aventuras recordaba aquel incidente como una experiencia valiosa que lo ayudaría a crecer fuerte y sabio.
FIN.