Olí y el Río de los Sueños
Había una vez en un barrio llamado Flores, donde las calles eran grandes y llenas de vida. Un día, mientras llovía suavemente, una pequeña bebé llamada Olí despertó en su cuna, mirando por la ventana como las gotas de agua danzaban en el cristal. Sus padres, cariñosos y siempre atentos, se acercaron a ella:
"¡Buenos días, pequeña!" - dijo su mamá sonriendo.
"Hoy podemos jugar con las flores de colores que florecen en el jardín, ¡aunque llueva!" - añadió su papá, mientras agachaba su cabeza para mirar a Olí a los ojos.
Olí, con un brillo especial en su mirada, sonrió. A pesar de la lluvia, ella sabía que eso no detendría la diversión.
Entonces, sus padres decidieron llevarla al parque, donde había un gran río que brillaba incluso en días nublados.
"Vamos a hacer un viaje increíble, Olí. Vamos a ver el río grande, donde los barcos se deslizan y las flores brillan en la orilla" - dijo su mamá.
"Sí, y tal vez veamos algunos príncipes que navegan en sus barquitos de papel" - agregó su papá, mientras ambos reían.
Al llegar al parque, Olí quedó fascinado al ver cómo el río fluía con fuerza. Al principio, le pareció un lugar mágico donde todo era posible.
De repente, escucharon gritos:
"¡Ayuda! ¡Se ha ido!"
Era un grupo de niños que jugaban cerca del agua. Uno de ellos, un pequeño llamado Tomás, había dejado escapar su barco de papel, que ahora se alejaba y se perdía en el río.
Olí miró a sus padres con preocupación:
"¿Podemos ayudarlo?"
"Claro que sí, cariño. ¡Vamos!" - respondió su papá.
Juntos, se acercaron al borde del río y, mientras pensaban en cómo rescatar el barco, Olí tuvo una idea brillante:
"¡Hagamos una cadena humana!"
Sus padres la miraron, llenos de orgullo.
"Esa es una excelente idea, Olí. ¡Vamos a organizar a todos!"
Así, comenzaron a llamar a otros niños que estaban jugando, y pronto se formó una fila larga de amigos, todos agarrados de la mano.
"Uno, dos, tres, ¡a la cuenta de tres!" - gritó Olí.
"¡Uno, dos, tres!"
Y todos juntos se inclinaron hacia el río.
Con mucho cuidado, Tomás extendió su mano hacia el barco, donde Olí lo animó:
"¡Estiralo un poco más! ¡Puedes alcanzarlo!"
"¡Lo tengo!" - gritó Tomás con alegría al recuperar su barco de papel.
Todos aplaudieron mientras él sonreía y levantaba su pequeño tesoro.
"¡Gracias, Olí! Sin tu ayuda, no lo hubiera logrado," - dijo Tomás.
Olí se sintió muy feliz. Ese día aprendió que, cuando trabajaban juntos, podían lograr cosas increíbles.
Luego de la aventura, los niños se sentaron en la hierba, y con el cielo gris y la risa de todos, comenzaron a contar historias sobre príncipes y criaturas mágicas que habitaban en ese río.
"Imaginemos que somos príncipes y princesas en este reino de Flores, donde el agua nos lleva a lugares secretos" - propuso Olí.
"Sí, y cada uno de nosotros tiene un papel importante en esta historia" - respondió su papá.
Pasaron la tarde contando y creando su propio mundo mágico. El río seguía fluyendo a su lado, recordándoles el poder de la amistad y la solidaridad.
Al caer la noche, las nubes se despejaron, y un hermoso arcoíris apareció en el cielo. Todos miraron hacia arriba, asombrados.
"¡Miren, el arcoíris!" - exclamó Olí.
"Es un símbolo de que siempre hay esperanza, incluso en los días de lluvia. ¡Siempre puede haber algo maravilloso que descubrir!" - dijo su mamá abrazándola.
Y así, en aquel día especial, Olí no solo hizo nuevos amigos, sino que aprendió valiosas lecciones sobre la amistad, el trabajo en equipo y la importancia de ayudar a los demás.
Desde entonces, siempre que llovía, Olí miraba por la ventana con una sonrisa, sabiendo que detrás de cada nube gris, siempre hay un arcoíris esperando brillar.
Y así, en el barrio de Flores, los días lluviosos se convirtieron en una oportunidad para soñar, jugar y ayudar.
Y se reunieron por siempre, disfrutando de historias, risas y la magia de la amistad.
FIN.