Oliver y el dragón rojo
Era una noche estrellada, el cielo brillaba como si estuviera cubierto de diamantes. Oliver, un niño curioso de diez años, se encontraba en su jardín mirando las estrellas. Soñaba con aventuras mágicas, aunque nunca las había vivido. Esa noche, sin embargo, su vida iba a cambiar para siempre.
De repente, un pequeño destello cruzó el cielo. Oliver cerró los ojos, deseando con todas sus fuerzas que algo extraordinario sucediera. Cuando los abrió, se encontró frente a un enorme dragón rojo que estaba posado en el techo de su casa.
"¿Quién... quién sos?" - preguntó Oliver, asombrado.
"Soy Rubí, el dragón rojo del Bosque de las Estrellas" - respondió el dragón con una voz suave. "He venido a buscarte, Oliver. Te necesito para una misión muy especial."
Oliver se frotó los ojos, intentando creer lo que veía.
"¿Una misión? ¿A dónde vamos?" - preguntó emocionado.
"Debemos recuperar la Estrella de la Fantasía, que fue robada por el malvado Mago Sombra. Sin ella, la magia y los sueños desaparecerán para siempre" - explicó Rubí, agitando su cola.
Oliver sintió que su corazón latía con fuerza. No podía dejar pasar esta oportunidad. Con un rápido movimiento, se subió al lomo de Rubí, y juntos volaron hacia el Bosque de las Estrellas.
Mientras surcaban el cielo nocturno, Oliver le preguntó a Rubí:
"¿Cómo vamos a encontrar al Mago Sombra?"
"El bosque es mágico. Encontraremos pistas si estamos atentos" - respondió el dragón mientras descendía lentamente y aterrizaba suave en un claro que iluminaba una bella luna llena.
A medida que avanzaban por el bosque, encontraron a una niña hada con alas brillantes.
"¡Hola! Soy Lila, la hada de la luz. Pueden estar en problemas si continúan solos. Yo puedo ayudarles." - dijo Lila, revoloteando a su alrededor.
Oliver, emocionado, le preguntó:
"¿Sabés dónde está el Mago Sombra?"
"Sí, pero no será fácil. Él vive en la Cueva del Eco, y no le gusta que lo molesten. Pero si nos unimos, podemos hacerlo juntos" - propuso, sonriendo.
Los tres amigos decidieron seguir adelante. Caminando por el sendero, se encontraron con un arroyo que brillaba con la luz de mil estrellas. Al mirar con atención, Oliver notó que había una piedra que parecía una estrella caída.
"Miren, esta piedra puede ayudarnos a encontrar el camino" - dijo Oliver, señalando la piedra brillante.
"Es un mapa mágico, síganme" - exclamó Lila.
Con el mapa en mano, llegaron a la Cueva del Eco. La entrada era oscura y tenebrosa.
"¿Estamos seguros de esto?" - preguntó Oliver con un nudo en la barriga.
"Debemos ser valientes. Si no lo hacemos, la magia se perderá para siempre" - insistió Rubí, alentándolo.
Entraron en la cueva y escucharon el eco de sus voces:
"¿Mago Sombra?" - gritaron juntos.
De repente, una figura oscura apareció frente a ellos. Era el Mago Sombra, con una risa maléfica.
"¿Quiénes se atreven a interrumpir mi descanso?" - rugió con voz resonante.
Oliver, temblando, dio un paso adelante.
"¡Hemos venido a recuperar la Estrella de la Fantasía!" - proclamó con fuerza, aunque su voz temblaba.
"¿Y qué piensan hacer? No pueden vencerme" - respondió el Mago, burlándose.
Pero Oliver tuvo una idea.
"Si nos dejas ir, te promete que siempre recordaré esta noche y contaré tu historia en lugar de olvidarte. Todos pueden ser recordados en los cuentos" - dijo Oliver, despertando la curiosidad del Mago.
El Mago lo miró sorprendido, dudando por un momento.
"¿De verdad creés que eso sería suficiente?" - inquirió el Mago, su tono un poco menos severo.
"Sí, porque hasta los villanos tienen su lugar en la magia de las historias. Cuentos que pueden ser contados y recordados" - respondió Oliver, sintiéndose más seguro.
El Mago sombrío meditó y finalmente se soltó, hizo un gesto y la Estrella de la Fantasía apareció.
"Tienes razón, pequeño. Recibirás tu estrella, pero no olvides de contar mi historia siempre que puedas." - dijo el Mago con un susurro, mientras la estrella brillaba intensamente.
Oliver, Lila y Rubí tomaron la estrella y se marcharon del oscuro lugar. Mientras volaban hacia casa, Oliver sintió que era más valiente de lo que jamás había sido.
"Nunca olvidaré esta noche" - murmuró mientras frotaba la estrella. "Y tampoco a vos, Mago Sombra. Por siempre contaré tus historias."
Rubí sonrió, y Lila aplaudió con las alas, uniendo el destino de todos.
Así, una vez más, el mundo de la magia y los sueños estaba a salvo, gracias al valor y la sabiduría de un niño llamado Oliver. Y cada noche, al mirar las estrellas, recordaría que las aventuras siempre están a un deseo de distancia.
Y desde entonces, cada vez que Oliver miraba al cielo estrellado, sabía que todo lo que uno sueña puede convertirse en realidad, siempre que uno tenga el coraje de intentarlo.
FIN.