Oliver y la lección de empatía
Oliver era un niño travieso y divertido que siempre estaba buscando la manera de sacarle una sonrisa a sus compañeros de clase.
Le encantaba hacer bromas y jugarles pequeñas travesuras a todos, pero en el fondo, su corazón era bueno y solo quería ver felices a los demás. Un día, Oliver decidió llevar su afición por las bromas un paso más allá. Planeó una broma épica para gastarle a sus amigos durante el recreo.
Les preparó un susto con una araña de juguete que colgaría del techo para asustarlos cuando entraran al salón. El momento llegó, y Oliver esperaba ansioso escondido detrás del escritorio mientras sus compañeros se acercaban al salón riendo y charlando.
Cuando finalmente entraron, las risas se convirtieron en gritos y exclamaciones de sorpresa al ver la araña colgando del techo.
Oliver estaba feliz viendo sus reacciones, pero lo que no sabía era que sus amigos tenían preparada una gran sorpresa para él. "¡Ja ja ja! ¡Los vi temblar de miedo! ¡Qué divertido fue eso!", pensaba Oliver para sí mismo. Sin embargo, en ese momento, las luces se apagaron repentinamente y se escucharon risitas provenientes de diferentes rincones del salón.
Cuando las luces se encendieron nuevamente, Oliver vio a todos sus compañeros con máscaras iguales a la araña que él había colocado. Se quedó petrificado ante la increíble broma que le habían jugado.
"¡Sorpresa! ¡Te ganamos esta vez, Oliver!", dijeron todos los niños entre risas. Oliver no podía creer lo que veía. Por primera vez en mucho tiempo, él era el blanco de la broma y no sabía si reír o sentirse avergonzado.
Sus amigos se acercaron a él con sonrisas cómplices en sus rostros y le explicaron lo mucho que valoraban su alegría y creatividad para hacer reír a los demás, pero también querían mostrarle cómo se sentían cuando les hacía bromas pesadas.
"Lo siento chicos... No pensé que iban a devolverme la broma tan grande", dijo Oliver con humildad.
Sus amigos rieron y le aseguraron que todo estaba bien, pero le pidieron que recordara cómo se sintió en ese momento antes de planear futuras bromas pesadas. A partir de ese día, Oliver aprendió una valiosa lección sobre empatía y respeto hacia los demás.
Desde entonces, siguió siendo el niño divertido y travieso que todos conocían, pero ahora tenía presente siempre ponerse en el lugar de los demás antes de gastar una broma. Sus amigos valoraban aún más su sentido del humor porque sabían que venía desde un lugar genuino lleno de bondad.
Y así, entre risas compartidas y momentos inolvidables juntos, Oliver comprendió que la verdadera amistad va más allá de las bromas; consiste en cuidar los sentimientos de quienes nos rodean y compartir momentos especiales basados en el respeto mutuo.
Y colorín colorado este cuento lleno de enseñanzas ha terminado.
FIN.