Oliverio y el patito perdido
Había una vez, en un pequeño pueblo de Argentina, un niño llamado Oliverio. Era un niño muy divertido y siempre estaba lleno de energía.
Pero lo que más le gustaba a Oliverio era pasar tiempo con su abuelo, a quien cariñosamente llamaba —"abu" . El abu y Oliverio eran inseparables. Juntos vivían las más increíbles aventuras y se reían sin parar.
No había nada que hiciera más feliz al abu que ver la sonrisa en el rostro de su nieto mientras jugaban juntos. Un día soleado, el abu decidió llevar a Oliverio al parque para disfrutar del aire libre. Mientras caminaban por el sendero del parque, vieron un árbol enorme con ramas bajas perfectas para trepar.
"¡Mira, abu! ¡Ese árbol parece perfecto para trepar!", exclamó emocionado Oliverio. El abu sonrió y asintió con la cabeza. "Claro que sí, mi querido Oliverio. Vamos a escalarlo juntos", respondió entusiasmado.
Oliverio subió rápidamente por las ramas del árbol mientras el abu lo seguía de cerca. Al llegar a la rama más alta, ambos se sentaron y disfrutaron de la hermosa vista del parque. De repente, escucharon unos ruidos extraños provenientes del otro lado del parque.
Curiosos como eran, decidieron investigar qué estaba sucediendo. Se acercaron sigilosamente hacia los ruidos y descubrieron que venían de una fuente donde había patitos nadando tranquilamente.
Pero lo que llamó la atención de Oliverio fue un pequeño patito que estaba separado del grupo. "¡Abu, debemos ayudar al patito solitario!", exclamó preocupado Oliverio. El abu asintió y juntos se acercaron al patito. Descubrieron que tenía una pata lastimada y no podía nadar con los demás.
Sin dudarlo, el abu tomó al patito en sus brazos mientras Oliverio buscaba ayuda para cuidarlo. Caminaron hasta encontrar a un guardabosques amable que les explicó cómo podían ayudar al patito herido.
Le dieron un nombre: Pepito, y se comprometieron a cuidarlo hasta que estuviera completamente recuperado. Durante las siguientes semanas, el abu y Oliverio se convirtieron en los mejores amigos de Pepito. Juntos le enseñaron a nadar nuevamente y le proporcionaron todo el amor y cuidado que necesitaba.
Pero un día, cuando Pepito ya había sanado por completo, algo inesperado sucedió. Un granjero del pueblo vino a buscarlo porque resulta que era suyo y se había perdido hacía mucho tiempo.
Oliverio sintió tristeza al despedirse de su nuevo amigo, pero sabía que ahora estaría en buenas manos. El abu le recordó a Oliverio lo importante que es hacer cosas buenas por los demás y cómo eso puede marcar una diferencia en sus vidas.
A medida que pasaban los años, el abu seguía siendo el compañero de juegos favorito de Oliverio. Juntos vivieron muchas más aventuras e hicieron nuevos amigos como Pepito.
Pero sin importar cuánto crecieran, nunca olvidaron el poder de un abrazo cálido y amoroso. Y así, Oliverio aprendió que la verdadera felicidad se encuentra en compartir momentos especiales con aquellos que amamos. Aprendió que hacer el bien y ayudar a otros puede traer alegría a nuestras vidas.
Y sobre todo, aprendió que no hay nada más valioso que el amor y los abrazos de su querido abu.
FIN.