Olivia y la luz de su abuela



Había una vez en un pequeño pueblo, una linda bebé llamada Olivia que tenía 9 meses de edad. Ella era muy alegre y risueña, siempre con una sonrisa en su rostro.

Pero lo que más le gustaba a Olivia era pasar el día junto a su abuela Luz. La abuela Luz era una mujer amorosa y cariñosa, siempre dispuesta a jugar y divertirse con su nieta.

Juntas formaban un equipo imparable, cantando, bailando y saliendo a pasear por el parque todos los días. Un día soleado, mientras paseaban por el parque, Olivia señaló hacia un árbol lleno de pájaros cantando alegremente. "¡Mira abuela! ¡Qué lindos pájaros!" - exclamó Olivia con entusiasmo.

"Sí, mi niña. Son hermosos cantando ¿verdad?" - respondió la abuela Luz con ternura. De repente, uno de los pájaros voló cerca de ellas y dejó caer una pequeña pluma en la mano de Olivia.

La bebé rió emocionada al verla brillar bajo la luz del sol. "¡Mira abuela! ¡Una pluma mágica!" - dijo Olivia asombrada. La abuela Luz sonrió y acarició la cabecita de su nieta con cariño.

"Dicen que las plumas traen buena suerte ¿Sabes qué deseo pediría si tuviera esa pluma?" - preguntó la abuela Luz mirando fijamente a Olivia.

Olivia pensó por un momento y luego respondió con seguridad:"Yo desearía tener días tan felices como estos para siempre junto a ti, abuelita". Las palabras de la bebé llenaron el corazón de la abuela Luz de alegría y emoción. Se sentían tan conectadas y felices juntas que no querían separarse nunca más.

Desde ese día, cada mañana al despertar ambas esperaban ansiosas para comenzar sus aventuras juntas: cantar canciones nuevas, bailar al ritmo de la música o simplemente disfrutar del aire fresco del parque mientras se columpiaban bajo el árbol favorito de los pájaros.

Y así pasaron los días, entre risas y juegos infinitos. La complicidad entre Olivia y su abuela Luz crecía cada vez más fuerte. Sabían que tenían un amor especial e inquebrantable que las acompañaría toda la vida.

Y aunque el tiempo pasara y las estaciones cambiaran, una cosa era segura: mientras estuvieran juntas nada podía opacar su felicidad ni separarlas porque tenían algo único e irreemplazable: un amor verdadero que perduraría para siempre en sus corazones.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!