Ombú y el Gran Derecho a la Educación
En un frondoso rincón de la selva, un majestuoso ombú se alzaba orgulloso bajo el sol radiante. Allí, en sus amplias ramas, vivía un pequeño hornero llamado Horni. Horni era un pájaro curioso y lleno de sueños. Desde muy joven había escuchado historias sobre un lugar mágico llamado Escuela, donde todos aprendían y compartían sabiduría.
Un día, mientras picoteaba en el suelo, su amiga la sinsonte, Lila, se posó a su lado.
"Horni, ¿te gustaría ir a la escuela?" - preguntó Lila emocionada.
"¡Sí! Pero no sé cómo llegar hasta allí…" - respondió Horni con tristeza.
"No te preocupes, yo te ayudaré. Juntos lo lograremos" - dijo Lila, levantando la voz con determinación.
Mientras tanto, el gran ombú escuchaba todo desde su posición privilegiada. Con su tronco fuerte y sabio, decidió intervenir.
"Deben saber, pequeños amigos, que el camino hacia la educación es un viaje lleno de obstáculos, pero también de aprendizajes. ¿Están listos para enfrentar lo que venga?" - preguntó el ombú con una voz profunda y serena.
"Sí, estamos listos!" - dijeron Lila y Horni al unísono.
"Bueno, entonces empecemos. Primero, deberán cruzar el río que está cerca del bosque. ¡Pero tengan cuidado!" - advirtió el ombú.
Los amigos volaron hacia el río, pero al llegar, se encontraron con una corriente fuerte.
"No puedo cruzar este río solo, no sé nadar…" - dijo Horni.
"Tal vez podamos construir una balsa con ramas y hojas. Deberíamos intentarlo!" - sugirió Lila.
Fue así como juntos recogieron ramas secas y, tras varios intentos, lograron hacer una pequeña balsa.
"¡Lo logramos!" - gritó Horni. "Ahora a navegar se ha dicho!"
Con temor, se subieron y comenzaron a navegar. Pero, justo en el medio del río, una tormenta se desató. Las olas empezaron a mecer la balsa, y el viento azotaba sus plumas.
"¡Ayuda! No puedo, tengo miedo!" - exclamó Horni, sintiéndose pequeño.
"Respira, Horni. Confía en mí. Juntos podemos hacerlo, sólo necesitamos mantenernos unidos" - respondió Lila, intentando calmarlo.
Lucharon contra las olas y, cuando todo parecía perdido, lograron alcanzar la orilla, empapados pero felices.
"¡Estamos a salvo! Gracias por creer en mí, Lila!" - dijo Horni, con lágrimas de alegría en los ojos.
"Lo hicimos juntos, eso es lo que importa. Ahora, ¿cuál es el siguiente paso?" - preguntó Lila.
Decididos a seguir, llegaron a un camino empinado que se adentraba en la tierra. En la primera curva, encontraron un grupo de animales discutiendo. Era una tortuga, un ciervo y un loro, todos preocupados.
"¿Qué pasa, amigos?" - preguntó Horni.
"Queremos ir a la escuela, pero no sabemos cómo resolver nuestras diferencias. Siempre terminamos peleando" - explicó la tortuga.
"Podemos ayudarlos!" - exclamó Lila. "La escuela es para aprender a comunicarnos y trabajar juntos. ¿Por qué no intentan jugar a un juego en equipo?"
Los animales acordaron probarlo. Así, comenzaron un juego en el que todos debían colaborar para superar un desafío. Pronto, las diferencias se esfumaron y comenzaron a reír.
"¡Qué divertido! ¡Esto funciona!" - exclamó el loro.
"Con la educación, podemos aprender a resolver nuestras diferencias" - dijo Horni.
Motivados, los nuevos amigos siguieron el camino. Por fin, llegaron al pueblo donde se encontraba la Escuela. Era un lugar lleno de colores y risas. Al ingresar, los animales se sintieron un poco nerviosos.
"¿Y ahora qué hacemos?" - preguntó Horni.
"Simplemente entraremos y aprenderemos. Aquí es donde los sueños se hacen realidad" - afirmó Lila, con un guiño de complicidad.
Mientras se acomodaban en el patio de la escuela, los demás animales de la selva los miraron con curiosidad.
"¡Oigan! Si ellos pueden hacerlo, nosotros también. La educación es para todos!" - gritó un eco de un grupo de ardillas emocionadas.
Desde aquel día, el hornero y sus amigos comenzaron a asistir a la escuela. Aprendieron sobre la importancia de la amistad, la comunicación y el trabajo en equipo. Horni nunca olvidó su viaje y cómo, con valentía y unidad, lograron alcanzar su derecho a la educación. Todos en la selva entendieron que juntos podían superar cualquier obstáculo y construir un futuro mejor, llenos de conocimientos, risas y compañerismo.
Y así, con el gran ombú de testigo, Horni y sus amigos vivieron orgullosos de poder aprender y compartir su sabiduría con todos sus seres queridos.
¡Y colorín colorado, este cuento se ha acabado!
FIN.