Orígenes de un Sueño



En un pequeño pueblo llamado Colorlandia, donde cada casa era de un color diferente y los árboles parecían pintados por grandes artistas, vivía un niño llamado Tomás. Tomás siempre había sentido una fuerte conexión con el arte. Desde que tenía uso de razón, pasaba horas dibujando en su cuaderno, soñando con ser un gran pintor algún día.

Una tarde, mientras exploraba el bosque que bordeaba el pueblo, Tomás se encontró con un misterioso camino de piedras brillantes. Intrigado, decidió seguirlo. A medida que avanzaba, comenzó a escuchar una melodía suave que parecía venir de una cueva cercana.

Cuando llegó, vio a una anciana de cabello blanco como la nieve, sentada en una piedra, rodeada de colores vibrantes. Eran colores que nunca había visto antes, y de su mano salían hilos de luz que danzaban por el aire.

"Hola, niño. Te estaba esperando", dijo la anciana con una sonrisa amable.

"¿Esperándome a mí? ¿Pero por qué?", preguntó Tomás, un poco sorprendido.

"Porque te interesa el arte, y yo soy la guardiana de los orígenes del hombre y del arte. Aquí, en esta cueva, se encuentran los colores que dieron vida a las primeras obras de arte del mundo."

Tomás se acercó, asombrado.

"¿Colores mágicos? ¿Puedo tocarlos?"

"Claro, pero debes hacer una elección. Cada color tiene su propia historia y poder. Elige sabiamente".

Tomás miró los colores danzantes y se sintió intrigado por el azul del cielo, el amarillo del sol y el rojo de las flores. Finalmente, decidió:

"Quiero el azul. Me recuerda a mi sueño de ser pintor."

La anciana asintió y lo tocó con una de sus manos llenas de luz. De repente, el mundo a su alrededor se transformó. Las piedras brillantes se convirtieron en un lienzo gigante y Tomás se encontró de pie frente a un escenario mágico, donde podía crear todo lo que quisiera con su arte.

"Ahora eres parte de la historia del arte", le explicó la anciana. "Pero recuerda, crear arte no es solo sobre hacer cosas bonitas. Es también sobre expresar lo que sientes y compartirlo con otros."

"¡Entiendo! Pero, ¿cómo puedo hacer eso?"

La anciana le lanzó un brillo de colores.

"Usa tu corazón y tus manos. No temas al error, pues de ellos se aprende. Debes mostrarte al mundo, incluso si tienes miedo. Y sobre todo, comparte tu visión con los demás".

Tomás comenzó a pintar con su nuevo color azul. Todo a su alrededor se llenó de formas y criaturas fantásticas. A medida que trabajaba, se sentía más confiado y creativo. Empezó a crear un paisaje con montañas, ríos y un cielo infinito. Con cada nuevo trazo, su sueño de ser un pintor se volvía más real.

En un momento, se dio cuenta de que se había olvidado de compartir su obra con los demás. Se sintió triste al pensar que su arte podría quedarse solo en la cueva.

"Señora, no quiero que mis creaciones vayan a quedar en esta cueva. Quiero que todo Colorlandia las vea."

La anciana sonrió y apuntó hacia el horizonte.

"Entonces, es hora de mostrarles lo que has creado. Convierte tu arte en un regalo para el mundo."

Tomás, lleno de determinación, regresó a Colorlandia, llevando el lienzo mágico con él. Al llegar, todos los habitantes del pueblo se juntaron curiosos alrededor de su obra.

"¿Qué es eso?" preguntó una niña morocha.

"Es un cuadro de mis sueños, de mi ciudad llena de colores, de la vida que siento aquí!" respondió Tomás con alegría.

Los colores brillantes le hablaron a la gente, y cada vez que alguien observaba su pintura, encontraba algo especial. La niña morocha vio un arcoíris; un anciano, el sol que siempre lo acompañaba; y una madre, el abrazo cálido de su hijo.

"Es hermoso, Tomás!" exclamó la madre. "Has capturado la esencia de nuestro hogar".

Desde ese día, el pueblo de Colorlandia se llenó de arte. Tomás inspiró a otros a crear, a compartir y a mostrar su propio mundo a través de sus ojos. Nunca se sintió más vivo, consciente de que el arte no solo era un sueño personal, sino una forma de conectar y expresar lo mejor de nuestra humanidad.

Y así, en un pueblo donde cada color brillaba de manera única, los hombres y mujeres de Colorlandia aprendieron que tanto el arte como el corazón, tienen su origen en la capacidad de amar, compartir y soñar juntos.

FIN.

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