Oso, Víbora y el Monstruo del Bosque



En un bosque frondoso y lleno de colores, vivían tres amigos muy especiales: Oso, que era fuerte y valiente; Víbora, que era lista y ágil; y un misterioso Monstruo que, aunque no era de los más amigables, tenía un corazón tierno.

Un día, mientras Oso y Víbora paseaban por el bosque, escucharon un extraño ruido.

"¿Qué fue eso?" - preguntó Oso, frunciendo el ceño.

"No lo sé, pero suena como si viniera del claro allí adelante" - respondió Víbora, tratando de parecer valiente.

Con curiosidad, se acercaron al claro y allí encontraron a un Monstruo llorando. Era grande, con escamas que brillaban y unos ojos tristes.

"¿Por qué llorás, Monstruo?" - preguntó Oso, dando un paso hacia él.

"Porque todos me temen y no tengo amigos. Solo soy un monstruo, y eso asusta a los demás" - sollozó el Monstruo.

Oso y Víbora se miraron con compasión.

"No deberías llorar. Todos merecen un amigo, no importa cómo se vean" - dijo Víbora, mientras se deslizaba cerca del Monstruo.

"Pero soy grande y feo" - respondió el Monstruo.

"La apariencia no es lo que importa. Lo que cuenta es lo que tenemos en el corazón" - afirmó Oso, mostrándole una sonrisa.

A partir de ese momento, Oso y Víbora decidieron que serían amigos del Monstruo. Comenzaron a jugar juntos y a realizar actividades en el bosque. Un día, mientras exploraban, encontraron una enredadera que había crecido demasiado.

"¡Ayuda! No puedo pasar" - gritó Víbora, intentando deslizarse entre las ramas.

"¡Yo puedo ayudar!" - exclamó el Monstruo, usando su gran tamaño para quitar las ramas y abrir un camino.

Con su ayuda, Víbora pudo avanzar. Agradecida, dijo:

"¡Gracias, amigo mío!"

Oso miró al Monstruo con admiración.

"Ves, siempre hay algo especial en cada uno de nosotros" - comentó Oso.

Poco a poco, otros animales del bosque empezaron a notar lo amables y divertidos que eran Oso, Víbora y el Monstruo. Se dieron cuenta de que el Monstruo no era para nada aterrador, así que muchos se unieron a sus juegos. El Monstruo ya no estaba solo; había encontrado amigos verdaderos.

Sin embargo, la felicidad duró poco ya que un día, una tormenta azotó el bosque y una gran rama cayó, bloqueando el camino hacia el lago. Todos estaban muy asustados.

"¡No podremos cruzar!" - gimió un pequeño ciervo.

"Yo puedo ayudar" - dijo el Monstruo, levantando sus patas enormes.

"Pero podés lastimarte" - preocupada, dijo Víbora.

"Si no lo intento, nadie podrá cruzar. Debemos ayudar a todos" - insistió el Monstruo.

Decidido, el Monstruo se lanzó hacia la rama con todo su esfuerzo. Con un gran empuje, logró moverla a un lado.

"¡Lo lograste!" - gritaron todos los animales, llenos de alegría y admiración.

El Monstruo había demostrado su valentía. Desde ese día, todos lo trataron como un héroe. Se hizo tan popular que dejó de ser temido, y todos comenzaron a jugar con él.

"No soy un monstruo, soy tu amigo" - dijo, sonriendo de oreja a oreja.

Así, Oso, Víbora y el Monstruo vivieron muchas aventuras juntos, recordando siempre que las diferencias nunca son algo a temer; pueden convertirse en la base de grandes amistades. Y en el bosque, ya no había lloros, sino risas y alegría.

Y así, todos aprenderían que la verdadera esencia de la amistad está en el amor y el respeto, sin importar el aspecto exterior.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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