Oyana y el Jardín de los Sueños



Había una vez una niña que se llamaba Oyana. Vivía en un pequeño pueblo rodeado de montañas y árboles frondosos. Oyana era conocida por su espíritu curioso y su gran amor por la naturaleza. Cada día, después de la escuela, exploraba el bosque cercano, buscando aventuras y tesoros escondidos.

Un día, mientras caminaba por un sendero que nunca había recorrido antes, se encontró con un jardín mágico. Las flores eran de colores brillantes y parecían bailar al son del viento. En el centro del jardín había un árbol inmenso con ramas que se extendían hacia el cielo.

"¡Hola!" - dijo una voz suave. Oyana se dio vuelta y vio a una pequeña hada con alas brillantes.

"¡Hola! Soy Oyana. ¿Quién sos vos?" - respondió la niña, asombrada.

"Soy Lila, el hada del jardín. Este es el Jardín de los Sueños. Aquí, todo lo que imagines puede hacerse realidad, pero debes ser valiente y tener un buen corazón."

Oyana no podía creer lo que escuchaba. Se le iluminaron los ojos y, en ese instante, su mente comenzó a soñar con grandes aventuras.

"¿Puedo hacer que mis sueños se hagan realidad?" - preguntó, entusiasmada.

"Sí, pero primero debes ayudarme con algo importante. Algunas flores han perdido su brillo y necesitan tu ayuda para florecer de nuevo. ¿Te atreverás a hacerlo?" - dijo Lila.

Oyana pensó y decidió que quería ayudar. Se sintió valiente y llena de determinación.

"¡Sí! Haré todo lo que pueda para ayudar a las flores!" - exclamó.

Lila la llevó a diferentes rincones del jardín, donde las flores estaban tristes y marchitas. Oyana comenzó a hablarles, a cantarles y a darles agua cada día.

"No se preocupen, amigas. Pronto volverán a brillar. Todo tendrá solución si trabajamos juntas" - les decía con una sonrisa.

Día tras día, Oyana regresaba al jardín. Sin embargo, un día, una fuerte tormenta azotó la zona, y Oyana temió que el jardín quedara arruinado. Cuando pasó la tormenta, corrió hacia el jardín y vio que, aunque algunas flores habían sido arrastradas, la mayoría se mantenían en pie, gracias a sus cuidados.

"¡Oh, no!" - gritó Oyana, triste. "¿Qué voy a hacer?"

Lila apareció justo a tiempo.

"No te preocupes, Oyana. Has hecho un gran trabajo y has sido muy valiente y constante. Juntas podemos restaurar el jardín. Debes ser creativa y buscar formas de salvar las flores."

Con su ayuda, Oyana comenzó a recolectar pétalos caídos y a replantar las flores que estaban desubicadas. Mientras trabajaba, todos los animales del bosque llegaron para ayudarla. Los pájaros traían semillas nuevas, las ardillas buscaban tierra fértil, y los conejitos traían agua de un arroyo cercano.

Así, en lugar de rendirse, Oyana trabajó en equipo con todos sus nuevos amigos. Fue una tarea larga y difícil, pero no se dio por vencida.

Finalmente, el jardín comenzó a florecer de nuevo. Las flores brillaban más que nunca, y olían a alegría y amistad.

"¡Lo logramos, Oyana! Ahora el jardín es más hermoso que antes. Gracias a vos y a tu determinación. Eres una verdadera amiga de la naturaleza" - dijo Lila, sonriente.

Oyana sintió en su corazón una gran felicidad.

"Gracias a todos ustedes también. Aprendí que cuando trabajamos juntos y no nos rendimos, podemos hacer magia en el mundo" - respondió Oyana.

Y así, Oyana se convirtió en la guardiana del Jardín de los Sueños. Aprendió que los sueños se realizan no solo con magia, sino también con esfuerzo y colaboración, y que cada pequeño gesto cuenta. De ahora en más, no solo cuidaría el jardín, sino que también compartiría con todos los niños del pueblo la importancia de cuidar la naturaleza y trabajar en equipo.

Desde entonces, el jardín fue un lugar de encuentro para todos, donde los sueños florecían y la amistad siempre estaba presente. Y Oyana, con su gran corazón, se convirtió en un símbolo de esperanza y dedicación para todos los que la conocían.

FIN.

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