Pablito y el salto imposible


Había una vez en un barrio muy colorido y alegre, un niño llamado Pablito. Pablito era un niño curioso, inquieto y lleno de energía.

Pero lo que más le gustaba en el mundo era andar en su monopatín por las calles del barrio. Desde que se levantaba por la mañana hasta que caía la noche, Pablito no se separaba de su inseparable monopatín.

Lo llevaba a todas partes: al parque, a la plaza, e incluso lo había llevado una vez a la escuela, aunque la maestra le había dicho que no podía usarlo dentro del aula.

Un día, mientras Pablito daba vueltas y saltos con su monopatín en el parque, vio a un grupo de chicos mayores haciendo acrobacias impresionantes con sus patinetas. Se quedó maravillado mirándolos y soñando con poder hacer lo mismo algún día. "¡Guau! ¡Qué genial se ve eso! ¡Me encantaría poder hacer esas acrobacias algún día!" -exclamó Pablito emocionado.

Uno de los chicos mayores se acercó a él y le dijo:"¿Te gusta andar en monopatín, pibe?"Pablito asintió emocionado. "Entonces deberías practicar todos los días y nunca rendirte. Así es como nosotros aprendimos a hacer estas acrobacias.

¿Quieres intentarlo?"Pablito asintió con determinación y se puso manos a la obra. Los chicos mayores lo ayudaron, le dieron consejos y lo alentaron a seguir intentándolo una y otra vez. Los días pasaron y Pablito practicaba sin descanso.

Aprendió a hacer piruetas en el aire, giros impresionantes y hasta logró deslizarse por barandas altas sin caerse. Estaba feliz de ver cómo todo su esfuerzo daba resultados.

Un día, el barrio organizó un concurso de acrobacias en patineta para niños y adolescentes. Pablito decidió inscribirse, aunque estaba nervioso por competir contra chicos más grandes y experimentados que él. Llegó el día del concurso y el parque estaba lleno de gente animando a los participantes.

Cuando llegó el turno de Pablito, todos contuvieron la respiración al ver sus increíbles acrobacias sobre el monopatín. Al finalizar su presentación, los jueces anunciaron que Pablito era el ganador del concurso.

Todos estallaron en aplausos y vítores mientras levantaban a Pablito en hombros como un verdadero campeón. "¡Lo lograste, Pablito! ¡Eres increíble!" -gritaban los chicos mayores entre abrazos emocionados.

Pero lo más importante para Pablito no fue ganar el concurso, sino haber descubierto que cuando uno ama algo realmente y trabaja duro por ello, puede lograr cualquier cosa que se proponga.

Desde ese día en adelante, Pablito siguió andando en su monopatín con alegría y pasión; inspirando a otros niños del barrio a perseguir sus sueños sin importar cuán imposibles parezcan.

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