Pablito y su yeso


Había una vez un niño llamado Pablito, que siempre estaba muy animado y lleno de energía. Le encantaba jugar con sus amigos en el parque, correr, saltar y hacer acrobacias en los juegos infantiles.

Un día, mientras jugaba al escondite con sus amigos, Pablito tropezó con una piedra y cayó al suelo. Se raspó las rodillas y las manos, pero intentó levantarse como si nada hubiera pasado. "¡Ay! Eso dolió un poco", dijo Pablito frunciendo el ceño.

"¿Estás bien?", preguntaron sus amigos preocupados. "Sí, estoy bien. No pasa nada", respondió Pablito tratando de sonreír.

Pero a medida que avanzaban los minutos, Pablito comenzó a sentir más dolor en las piernas y le costaba caminar. Sus amigos se dieron cuenta de que algo no estaba bien y lo llevaron a casa para que su mamá pudiera cuidarlo. La mamá de Pablito lo revisó y le puso algunas curitas en las heridas.

Pero cuando intentaron levantarlo para ponerlo en la cama, se dio cuenta de que no podía mover la pierna derecha sin sentir un fuerte dolor. "Creo que necesitamos llevarlo al médico", dijo la mamá preocupada.

Así fue como terminaron en el hospital donde le hicieron algunas radiografías a la pierna de Pablito.

El doctor les explicó que había sufrido una pequeña fractura en el hueso debido a la caída del parque y tendría que usar un yeso por unas semanas hasta recuperarse por completo. Pablito se sintió triste y desanimado al principio, porque no podría jugar con sus amigos ni hacer las cosas que solía hacer.

Pero su mamá le recordó que lo más importante era cuidar de su cuerpo para poder sanar rápido y volver a ser el niño feliz y activo que siempre había sido.

"No te preocupes Pablito, vamos a estar aquí para ayudarte en todo lo que necesites", dijo su mamá acariciándole la cabeza. Y así fue como comenzó la aventura de Pablito con el yeso en la pierna. Al principio fue difícil adaptarse a caminar con muletas y moverse lentamente por la casa.

Pero poco a poco, Pablito empezó a descubrir nuevas habilidades y recursos para superar los obstáculos. "¡Miren chicos! ¡Puedo dibujar con una mano!", exclamó Pablito mostrándoles un dibujo que había hecho sentado en el sofá.

"¡Eso es genial Pablito! ¡Eres muy talentoso!", respondieron sus amigos emocionados. A medida que pasaban los días, Pablito se dio cuenta de que podía seguir siendo un niño feliz e imaginativo incluso con el yeso en la pierna.

Jugaba juegos de mesa con su familia, leían libros juntos y hablaban sobre sus sueños y metas para el futuro. "¿Sabes qué quiero ser cuando sea grande?", preguntó Pablito una tarde mientras miraba por la ventana del hospital. "¿Qué quieres ser?", preguntaron sus amigos curiosos.

"Quiero ser bombero para ayudar a las personas", respondió Pablito sonriendo ampliamente. Finalmente llegó el día en que le quitaron el yeso a Pablito y pudo caminar por sí mismo otra vez.

Sus amigos lo recibieron con una gran fiesta de bienvenida en el parque, donde jugaron juntos, rieron y se divirtieron como antes.

Pero Pablito había aprendido una gran lección durante su tiempo con el yeso: que siempre hay un camino hacia la felicidad, incluso cuando parece que todo está en contra. Y así, prometió seguir levantándose cada vez que caía, ayudando a los demás y persiguiendo sus sueños sin importar las dificultades del camino.

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