Pablo y sus Tres Idiomas
Era una vez una pareja muy especial, formada por Clara y Lukas. Clara era de España y Lukas venía de Alemania. Se conocieron hace años en la bella costa de Croacia, donde las olas del mar arrullaban sus sueños. Aunque sus caminos se separaron, el destino les tenía preparado un nuevo encuentro.
Un día, en una cafetería de Berlín, Clara se topó con Lukas nuevamente. El corazón de ambos latía con fuerza, recordando todos esos momentos felices de su pasado.
"¡Lukas! No puedo creer que seas tú", exclamó Clara, con sus ojos brillando de alegría.
"Clara, tú siempre has estado en mis sueños. ¿Cómo has estado?", respondió Lukas, sonriendo.
La chispa del amor renació, y pronto decidieron vivir juntos, alternando entre Alemania y España. Un tiempo en la calidez del sur y otro en la frescura del norte. Fue así como nació su hijo, Pablo.
Pablo creció en un hogar lleno de amor y música. Su mamá le enseñó canciones en español y su papá, en alemán. Un día, mientras jugaba en el jardín de su casa en España, Pablo se encontró con un libro colorido.
"¡Mamá, mira este cuento!", gritó emocionado.
Clara se acercó y sonrió al ver que era un libro en euskera.
"Qué bien, Pablo, es importante que conozcas también este idioma. Vamos a leerlo juntos", dijo Clara, con cariño.
"Sí, quiero aprender más y contarles historias a mis amigos", respondió Pablo.
Los días pasaron, y Pablo se llenó de aprendizajes. Había visitas a Alemania donde hacía nuevos amigos, y a veces se sentía un poco raro porque hablaba tres idiomas.
"Pablo, ¿por qué hablas diferente a nosotros?", le preguntó un niño en Alemania, curioso.
Pablo sonrió, sin dudar, "Porque tengo una mamá española y un papá alemán. Hablo alemán, español y euskera. ¡Es divertido!"
A pesar de lo que decía, en el fondo, Pablo a veces dudaba. En una de sus visitas a España, mientras jugaba en la plaza del pueblo, escuchó a unos niños hablando solo en español. Se sintió distinto y un poco triste.
"¿Por qué yo tengo que hablar tres idiomas?", se preguntó en voz baja.
Esa noche, su mamá lo encontró preocupado.
"Pablo, ¿qué te pasa? Te veo pensativo", preguntó Clara suavemente.
"Mamá, a veces siento que es difícil hablar tres idiomas. A los otros chicos les es más fácil hablar solo uno. ¿Por qué no puedo ser como ellos?", confesó Pablo, mirando al suelo.
Clara se sentó a su lado y le habló con ternura.
"Pablo, hablar muchos idiomas es un regalo. Te puedes comunicar con más personas, conocer otras culturas y contar historias de diferentes lugares. A la gente le encanta escuchar historias, y tú tienes tres para compartir", le dijo Clara, abrázandolo.
Pablo sonrió, entendiendo que sus diferencias lo hacían único. Se despidió de sus preocupaciones y decidió compartir su amor por los idiomas con sus amigos. Al día siguiente, llevó su libro en euskera y los invitó a leerlo juntos.
"¡Hola chicos! Hoy vamos a leer una historia que se llama ‘El amigo especial’. ¿Quieren escucharla en tres idiomas?", preguntó Pablo entusiasmado.
Los niños se miraron con curiosidad y asintieron. A medida que leía, sus amistades comenzaron a disfrutar de las diferentes letras y ritmos de cada idioma. Ellos reían y aplaudían cuando Pablo hacía voces y cambios de tono.
"¡Eso es genial!", exclamó uno de sus nuevos amigos. “Podrías ser nuestro contador de historias”.
Pablo se sintió orgulloso y feliz de ser diferente. Su corazón inflamado reseñaba los sabores de su amor por las palabras, y comenzó a sentir que no importaba de dónde viniera, lo que contaba era que estaba compartiendo aventuras.
Y así, Pablo creció, llevando consigo las historias de sus tres mundos. Aprendió que sus diferencia era su fuerza, y que siempre podía hacer nuevos amigos, sin importar el idioma que hablasen. Estaba listo para enfrentar el mundo, sabiendo que el amor por las palabras y los idiomas lo acompañaría en todas sus aventuras.
Y colorín, colorado, Pablo quedó decidido a contar historias por todas partes, reflejando la mezcla de amor que había florecido entre su mamá y su papá en Croacia, muchos años atrás.
FIN.