Paholo y los Sueños en la Ciudad



En un pueblito lleno de colores y sonrisas, vivía un niño llamado Paholo. Desde pequeño, le encantaba explorar la naturaleza que lo rodeaba. Cada mañana, se despertaba temprano para correr por los campos y jugar con sus amigos, mientras soñaba con grandes aventuras.

Un día, cuando Paholo cumplió diez años, sus padres decidieron mudarse a la ciudad. "¡Paholo! Nos vamos a vivir a un lugar donde todo es más grande y emocionante!"- le dijo su mamá con una sonrisa.

La ciudad era deslumbrante: los edificios parecían tocar el cielo y los autos pasaban a gran velocidad. Sin embargo, Paholo extrañaba su pueblito. "¿Qué les pasó a los árboles y a los campos?"- preguntó con nostalgia.

Con el tiempo, Paholo se acostumbró a la vida en la ciudad. En la escuela hizo nuevos amigos y descubrió su pasión por el dibujo. Le gustaba plasmar en papel todo lo que veía a su alrededor. Con su lápiz, dibujaba la vida bulliciosa de la ciudad, desde las luces de los semáforos hasta los diferentes rostros de la gente.

Cuando Paholo cumplió trece años, su vida cambió nuevamente. Nació su hermanita, Sofía. "¡Hola, Paholo! Sos un hermano mayor ahora!"- exclamó su papá, llenando la casa de alegría. Paholo estaba emocionado, pero también le preocupaba el futuro de su hermanita.

Las cosas se volvieron un poco difíciles cuando su padre, en busca de mejores oportunidades para educar a sus hijos, tuvo que irse a otro país. "Tengo que trabajar muy duro para que todos puedan ir a la universidad y cumplir sus sueños,"- les dijo. Aunque se sintieron tristes, Paholo y Sofía comprendieron que era lo mejor para ellos.

Con sus padres lejos, Paholo tomó la responsabilidad de cuidar de Sofía. "Vas a ver, Sofi, un día seremos grandes artistas y podremos viajar por todo el mundo juntos!"- le decía mientras le mostraba sus dibujos. Sofía lo miraba con admiración.

Pasaron los años. Paholo, ahora con 23 años, había sido aceptado en una prestigiosa escuela de arte. "¡Lo logré, Sofi!"- gritó al recibir la noticia. Sin embargo, había un pequeño inconveniente: la matrícula era costosa y no sabía cómo pagarla.

Un día, mientras caminaba por la ciudad, se percató de un concurso de arte. El ganador recibiría una beca completa para la escuela que tanto deseaba. "Este es mi momento",- pensó Paholo, decidido a participar.

Durante semanas trabajó en su obra, una pintura que representaba la esencia de su pueblito: los campos verdes, el sol saliendo entre los árboles y la risa de los niños. "¡Es para vos, Sofi!"- le decía mientras pintaba.

El día del concurso llegó. Paholo se sentía nervioso, pero recordó las palabras de su padre. "Siempre da lo mejor de vos y nunca te rindas."- Inspirado, confió en su talento.

Cuando anunciaron al ganador, el corazón de Paholo latía con fuerza. "¡Y el ganador es... Paholo!"- exclamó el jurado. Paholo no podía creerlo, se llenó de alegría y corrió abrazar a su hermana. "¡Lo hicimos, Sofi! Este es solo el comienzo de nuestras aventuras!"- dijo mientras las lágrimas de felicidad rodaban por sus mejillas.

Con la beca, Paholo ingresó a la escuela de arte. Gracias a su dedicación y esfuerzo, se convirtió en un reconocido artista. Ahora viajaban juntos, llevando su arte a diferentes países, recordando siempre sus raíces y la importancia de seguir sus sueños. Pasara lo que pasara, Paholo nunca olvidaría que, a veces, los caminos más difíciles son los que nos llevan a los lugares más sorprendentes.

FIN.

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