Paloma Viajera y la Aventura del Emparedado
Había una vez una paloma blanca llamada Paloma, que vivía en un hermoso parque en la ciudad. Era una paloma diferente, pues siempre soñaba con viajar a lugares lejanos y conocer a nuevas amistades. Aunque disfrutaba del parque, había un pequeño problema: siempre tenía mucha hambre.
Un día, mientras se rascaba bajo la sombra de un árbol frondoso, escuchó un murmullo proveniente de un grupo de niños que jugaban cerca.
"¡Mirá, un emparedado!" - gritó uno de los chicos, mostrando un delicioso bocadillo repleto de lechuga, tomate y pollo.
La pancita de Paloma hizo ruidos, recordándole a su hambre. Entonces decidió acercarse.
"Hola, soy Paloma. ¿Podrían darme un pedacito de ese emparedado tan rico?" - preguntó, batiendo sus alas emocionada.
Los niños se sorprendieron al ver a la paloma hablar. Uno de ellos, llamado Martín, sonrió y dijo:
"Claro, Paloma. Aquí tenés. Pero, ¿por qué no compartís un poco de tu historia?"
Paloma aceptó el regalo y, mientras saboreaba el emparedado, les contó sobre sus sueños de viajar.
"Siempre he querido ver el mar, volar sobre las montañas y conocer otros animales. Pero aquí solo puedo soñar desde el parque" - explicó.
"¡Nosotros podemos ayudarte!" - exclamó Sofía, una de las chicas del grupo. "Podemos construirte un mapa y organizar una aventura. ¡Prometemos que te llevaremos a todos esos lugares!"
Paloma se emocionó y aceptó la propuesta. Juntos, los niños dibujaron un mapa que mostraba los lugares que quería visitar. Comenzaron a planear la aventura, dividiendo las tareas para que todo funcionara a la perfección.
Al día siguiente, bien temprano, Paloma se despidió de sus amigos del parque y partió con los niños en bicicleta hacia la primera parada: el lago.
Cuando llegaron al lago, Paloma se elevó en el aire, sus alas brillando bajo el sol. Se sentía libre y feliz. Desde las alturas, vio el reflejo del cielo en el agua, y gritó emocionada:
"¡Es hermoso! Nunca había visto algo así!"
Pero de repente, el viento comenzó a soplar con mucha fuerza. Paloma, emocionada por la vista, no se dio cuenta de que se había alejado demasiado de los niños. Cuando intentó regresar, se dio cuenta de que se había perdido.
"¡Oh no! ¿Dónde estarán mis nuevos amigos?" - pensó, asustada.
A medida que buscaba, vio a otros pájaros volando. Les preguntó si habían visto a sus amigos, pero ellos solo la miraban sin entender.
"¡Ay, que angustia!" - exclamó, sintiéndose sola. Pero decidió no rendirse. Empezó a repasar el mapa que había hecho con los niños y así recordó cómo volver a ellos.
Finalmente, hizo lo que mejor sabía hacer: volar alto, muy alto. Desde esa altura, pudo ver donde estaban los niños y dirigirse hacia ellos.
Al llegar, los niños estaban preocupados, pero al verla regresar, gritaron de alegría:
"¡Paloma! ¡Pensamos que no volverías!"
"Lo siento, me emocioné. Pero aprendí algo importante hoy: siempre es bueno tener un plan, y más aún, ¡no perderse de vista de los amigos!" - dijo Paloma con una sonrisa.
Los niños se abrazaron a Paloma, y juntos continuaron la aventura. Fueron a muchos lugares: el bosque, la montaña y finalmente, el mar. En cada destino, Paloma encontró otra forma de compartir su alegría y su comida con sus nuevos amigos.
Cuando regresaron al parque, Paloma sintió que había aprendido lo importante que es la amistad y la colaboración. No se trataba solo de sus sueños, sino de compartir esos momentos especiales con quienes se preocupaban por ella.
Los niños continuaron visitándola en el parque, y juntos hicieron más mapas y planearon más aventuras. Paloma, aunque seguía teniendo hambre, descubrió que el mayor placer era ser parte de un grupo que compartía los mismos sueños.
Y así, Paloma se convirtió en una paloma viajera, amiga de todos, siempre dispuesta a explorar, aprender y compartir con su bandada de amigos. Y colorín colorado, ¡esta historia se ha acabado!
FIN.