Paloma y el Gran Viaje
Era una vez una paloma llamada Pía, que vivía en un hermoso parque. Pía era una paloma viajera, siempre con ganas de explorar y conocer nuevos lugares. Sin embargo, había un pequeño problema: ¡siempre tenía hambre! Un día, decidió que era el momento perfecto para iniciar una gran aventura en busca de comida deliciosa.
- ¡Hoy es el día perfecto para volar lejos! - exclamó Pía llena de emoción.
Alzar el vuelo fue como una danza en el cielo. Pía se dejó llevar por el viento y voló sobre paisajes deslumbrantes. Montañas, ríos y bosques desfilaban ante sus ojos, pero a medida que pasaba el tiempo, la hambre empezaba a hacerle sentir un leve temor.
- Necesito encontrar algo de comida pronto... - murmuró para sí misma, mientras giraba y giraba en busca de algo.
Tras volar por varias horas, Pía llegó a un pequeño pueblo. En su búsqueda, encontró a un grupo de niños que estaban jugando en un parque.
- ¡Hola! - gritó Pía emocionada, aterrizando cerca de ellos. - ¿Tienen algo de comer?
Los niños la miraron con sorpresa. Uno de ellos, un niño llamado Tomás, se acercó.
- ¡Mirá, una paloma! - exclamó. - Claro, vení, tengo un sándwich que no me gusta. - Dijo mientras lo esperaba.
Pía aleteó contenta y tomó un pequeño bocado del sándwich.
- ¡Está riquísimo! - dijo mientras comía felizmente. - Gracias, amigo.
- No hay de qué. ¡Siempre es bueno compartir! - respondió Tomás sonriendo.
Luego de algunas charlas y risas, Pía se dio cuenta de que había hecho un nuevo amigo. Pero pronto, el sol comenzó a bajar y Pía necesitaba continuar su aventura.
- Tengo que seguir volando y descubrir más cosas nuevas. ¡Fue lindo conocerte, Tomás! - dijo Pía triste de despedirse.
- ¡Esperá! - gritó Tomás. - Te puedo ayudar a encontrar algo más rico para que lleves en tu viaje. ¡Vamos!
Juntos, los niños y Pía corrieron hacia la casa de Tomás, donde su abuela estaba haciendo unas tortas riquísimas.
- Abuela, ¿podés darle una tortita a mi amiga la paloma? - pidió Tomás.
- Claro, querido - respondió la abuela mientras partía un trozo de torta. - Toma, pequeña. ¡Espero que la disfrutes!
Pía estaba tan feliz que casi no podía dejar de aletear.
- ¡Gracias a todos! ¡Ahora tengo algo delicioso para seguir viajando! - dijo mientras recibía el regalo.
Después de un alegre momento en el pueblo, Pía se despidió de sus nuevos amigos.
- Prometeme que volverás a visitarnos, ¿sí? - le pidió Tomás.
- ¡Lo prometo! - contestó Pía mientras alzaba el vuelo otra vez, llevando la tortita en el pico.
Mientras volaba, se sintió agradecida no solo por la comida, sino también por la amistad que había encontrado en su viaje. Pía comprendió que cada viaje no solo se trata de conocer nuevos lugares, sino también de las nuevas amistades que se forjan en el camino.
Al regresar al parque donde vivía, Pía contó todas sus aventuras a las otras palomas. En ese momento, decidió que cada vez que viajara, llevaría algo de comida y compartiría con sus amigos.
- ¡Es mejor cuando compartimos! - reflexionó.
Y así, Pía se convirtió en la paloma más querida de su parque, siempre dispuesta a ayudar a otros y a compartir lo que tenía, porque había aprendido que la felicidad está en la compañía y en los pequeños gestos de amor.
Y así, la paloma viajera, hambrienta y amiga, vivió muchas más aventuras, sabiendo que cada nuevo encuentro puede ser una nueva historia, una nueva amistad y un nuevo sabor.
FIN.