Palomo, el Perro Valiente



Era un día soleado en Buenos Aires y Palomo, el perrito de la familia, jugaba feliz en el jardín. Tenía un energy inagotable, siempre correteando detrás de mariposas y persiguiendo la pelota que su dueño, Juanito, le tiraba. "¡Vení, Palomo!"- gritaba Juanito entre risas. Pero, en un descuido, mientras corría para atrapar la pelota, Palomo se tropezó con una piedra y cayó.

Cuando Juanito llegó a su lado, sintió un nudo en el estómago. "¡Palomo! ¿Estás bien?"- preguntó, acariciando suavemente al perrito. Palomo gemía un poco, pero movía la cola levemente, intentando tranquilizar a su amigo.

La familia decidió llevarlo al veterinario. "No te preocupes, Juanito. Palomo es muy fuerte y valiente"- afirmó su mamá mientras conducía.

Al llegar, el veterinario revisó a Palomo con mucho cuidado. "Parece que sólo se golpeó, pero necesita descansar y un poco de tratamiento"- dijo con una sonrisa. Juanito sintió un alivio, pero también una preocupación. "¿Y si nunca vuelve a jugar?"- preguntó, con una lágrima en sus ojos.

"No te preocupes"- respondió el veterinario. "Con amor y paciencia, seguro que Palomo volverá a correr y jugar"-.

Después de recibir el tratamiento, Palomo regresó a casa, pero pasaron los días y el perrito aún no podía correr como antes. Juanito se sintió triste y comenzó a perder la esperanza. "¿Cuánto tiempo más tendrá que esperar?"- se preguntó.

Una tarde, mientras Juanito estaba sentado en el patio, vio a Palomo mirando a la pelota que estaba en el rincón. "¿Te gustaría jugar, Palomo?"- le dijo, aunque sabía que el perrito no podía. Pero los ojos de Palomo brillaban con ganas. Entonces, Juanito tuvo una idea.

"¡Hagamos un juego diferente!"- exclamó. "Podemos jugar una búsqueda más tranquila. Te diré dónde está la pelota y vos la traés despacito"-.

Palomo movió la cola al enterarse y, con su paseito lento, se acercó a la pelota. Con mucho esfuerzo, logró empujarla con su nariz. "¡Bien, Palomo! ¡Sos un campeón!"- celebró Juanito, aplaudiendo con alegría.

Así, cada día, Juanito y Palomo encontraron nuevos juegos. Hicieron una búsqueda del tesoro en casa, donde Juanito escondía premios y Palomo los encontraba. Pronto, Palomo volvió a ser el perro travieso que siempre había sido, pero de una manera diferente.

Juanito aprendió que hay muchas formas de disfrutar y jugar, incluso cuando las cosas no salen como uno espera. "Sos el mejor compañero, Palomo"- le decía cada tarde. La amistad entre ellos se hizo más fuerte y, con cada día que pasaba, Palomo se sentía más animado.

Finalmente, un día, después de un tiempo de pausas y juegos tranquilos, Palomo decidió intentar correr de nuevo. Juanito lo miró con expectación y, al ver a su amigo correr un poco, los ojos le brillaron de felicidad. "¡Lo lograste, Palomo! ¡Sos el mejor!"- gritó, corriendo detrás de él.

Palomo, con su energía renovada, comenzó a jugar como si nada hubiera pasado. Juanito comprendió que la perseverancia y el amor son las claves para superar cualquier obstáculo, y que cada momento con su amigo animal era un regalo maravilloso.

A partir de entonces, Palomo no solo fue el perro que había sufrido un accidente, sino también el perro más valiente, el que había enseñado a su dueño a nunca rendirse. Y así, entre risas, juegos y aventuras, la vida siguió llena de alegría y amor para Juanito y su fiel compañero, Palomo.

FIN.

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