Pañales y amigos
Había una vez una chica llamada Mica, que tenía un secreto muy grande. A pesar de tener 17 años, seguía usando pañales, chupón y biberón. Nadie lo sabía excepto sus tres mejores amigas: Ruth, María y Paula.
Mica se sentía muy avergonzada por su secreto y temía ser juzgada si alguien más lo descubría.
Sin embargo, cuando conoció a Tom, un chico guapo e interesante en el café local donde trabajaba, decidió que era hora de confesarle la verdad. "Tom, necesito contarte algo importante", dijo Mica nerviosamente mientras jugueteaba con su chupón. "¿Qué pasa?" preguntó Tom curioso. "Verás... yo uso pañales y todavía tomo del biberón", confesó Mica con lágrimas en los ojos.
Tom frunció el ceño y pareció disgustado al escuchar la verdad. "Eso es extraño" dijo finalmente Tom "no creo que pueda aceptar esa parte de ti". Mica se sintió destrozada al escuchar eso.
Pensó que nadie nunca podría aceptarla tal como era. Sin embargo, sus amigas no tardaron en enterarse de lo ocurrido gracias a Ruth quien había estado cerca del lugar donde habían conversado Mica y Tom.
"¡No puedo creerlo!" exclamó Paula indignada "¿Cómo puede ser tan cruel?""Necesitamos hacer algo para ayudarla" agregó María decidida. Ruth sugirió hablar con Mica sobre cómo se sentían después de haber conocido la reacción de Tom.
Las chicas acudieron a la casa de Mica y le explicaron que su secreto no era motivo para sentirse avergonzada o menos valiosa. Le dijeron que lo importante era que ella se sintiera bien consigo misma y que ellos la amaban tal como era.
"Pero, ¿qué pasa si alguien más lo descubre?" preguntó Mica con miedo. "No importa" respondió Ruth "lo importante es ser honesto contigo misma y los demás". Mica finalmente entendió el mensaje de sus amigas y decidió aceptarse a sí misma.
Tom nunca volvió a aparecer en su vida, pero eso ya no le importaba tanto. A partir de ese día, Mica comenzó a usar pañales solo en privado y dejó el chupón y el biberón por completo.
Se sentía libre al fin de ser quien realmente era sin temor al rechazo. La moraleja de esta historia es que todos somos diferentes y eso está bien.
Lo importante es aceptarnos a nosotros mismos tal como somos, y rodearnos de personas que nos quieren por quienes somos en lugar de juzgarnos por nuestras diferencias.
FIN.