Panchita y la Montaña Azul



Había una vez en un pequeño pueblo llamado Pulguitalandia, una pulga muy especial llamada Panchita.

A diferencia de las demás pulgas que se conformaban con saltar de perro en perro, Panchita soñaba con recorrer el mundo y vivir grandes aventuras. Un día, mientras saltaba de un caniche a un labrador, escuchó a unos pájaros hablar sobre un antiguo artefacto mágico escondido en la Montaña Azul, al otro lado del río.

Sin dudarlo, Panchita decidió emprender su gran aventura hacia la Montaña Azul. Cruzando el río sobre una hoja llevada por la corriente, Panchita llegó a la base de la montaña. Allí se encontró con Don Ratón, el guardián del camino hacia la cima.

Don Ratón era conocido por ser astuto y travieso, pero Panchita no se amedrentó y desafió al ratón a superar sus acertijos para poder avanzar. "¿Qué cosa tiene patas pero no puede caminar?", preguntó Don Ratón con una sonrisa pícara.

"Una mesa", respondió rápidamente Panchita. Don Ratón frunció el ceño pero dejó pasar a Panchita hacia el siguiente desafío.

A medida que ascendían por la montaña, se encontraron con nuevos obstáculos: arroyos caudalosos que debían cruzar sin mojarse y cuevas oscuras habitadas por murciélagos hambrientos. Con ingenio y valentía, Panchita logró superar cada prueba junto a Don Ratón.

Finalmente, llegaron a lo más alto de la Montaña Azul donde encontraron el antiguo artefacto mágico: ¡una lámpara brillante que concedía deseos! Pero antes de que pudieran celebrar su hallazgo, apareció El Gran Búho Blanco, protector de la lámpara desde tiempos inmemoriales.

El Gran Búho Blanco retó a Panchita y Don Ratón a demostrar su valentía enfrentándose al Laberinto Encantado detrás de la montaña. Sin saber qué encontrarían allí dentro, ambos amigos aceptaron el desafío y entraron juntos al laberinto oscuro y lleno de sorpresas.

Después de sortear trampas ingeniosas y acertijos complicados durante horas interminables, finalmente alcanzaron el centro del laberinto donde aguardaba El Gran Búho Blanco. Impresionado por su determinación y compañerismo, El Gran Búho Blanco decidió otorgarles un deseo como recompensa.

Panchita pensó profundamente en lo que más deseaba: quería seguir explorando el mundo pero también anhelaba regresar a Pulguitalandia para contar todas sus increíbles aventuras.

Entonces pronunció su deseo ante El Gran Búho Blanco:"Deseo tener las alas doradas para volar libremente por todo el mundo pero también conservar mis patitas ágiles para saltar feliz en mi hogar. "Y así fue como Panchita recibió unas hermosas alas doradas que le permitieron volar alto por los cielos mientras conservaba sus patitas ágiles para saltar en Pulguitalandia siempre que quisiera.

Desde ese día en adelante, cada vez que veías una sombra dorada surcando los cielos o sintieras cosquillas juguetonas en tu pelo... sabrías que era Panchita cumpliendo sus sueños gracias a su valentía y espíritu aventurero.

Y es que como dicen en Pulguitalandia: ¡nunca subestimes el coraje de una pulga!

FIN.

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