Panchito y el Mundo Digital



Había una vez un pequeño pueblo llamado Pueblito Alegre. En este lugar vivía Panchito, un niño muy curioso, pero que no sabía mucho sobre el uso de las computadoras, tablets y teléfonos inteligentes. Aunque en su casa tenían una computadora, nunca había aprendido a usarla. Un día, su profesor, el señor Ramos, decidió hacer una actividad sobre el uso de la tecnología y cómo podía ayudar a todos en su vida diaria.

"Hoy haremos un experimento, chicos. Vamos a crear un grupo de mensajería para que podamos comunicarnos siempre. Es como una carta, pero por internet", dijo el señor Ramos con entusiasmo.

Panchito, que no tenía idea de lo que era un grupo de mensajería, pensó que se trataba de un estilo de rap. Así que al siguiente día, decidió llegar al colegio con un gorro de rapero y con su mejor cara de cool. Al entrar al aula, exclamó:

"¡Feliz día de la comunicación digital! ¡Estoy listo para rimar!"

Todos los compañeros se rieron y no entendían lo que decía.

"No, Panchito, no se trata de rap. Es sobre enviar mensajes por una aplicación en el celular", le explicó su amiga Valen.

Eso no detuvo a Panchito, quien decidió que si el rap no funcionaba, quizás el baile sí. Así que en la siguiente clase, cuando el profesor pidió que cada uno enviara un mensaje a un compañero, Panchito mandó una foto de él haciendo una vuelta en el aire pero sin escribir nada.

"¡Eh, Panchito! ¡Eso no es un mensaje!", gritó Juli, riendo.

Panchito se rascó la cabeza, confundido, pero decidió que las cosas no estarían tan difíciles. Entonces, en casa intentó abrir la página del profesor para ver la tarea. Cuando llegó a la computadora, observó la pantalla llena de botones y opciones, un verdadero laberinto.

"¡Ay! ¿Dónde está la salida?", se preguntó riendo. Finalmente decidió hacer clic en un botón que decía —"Ayuda" . Pobre Panchito, no se dio cuenta que, en vez de ayuda, estaba haciendo un pedido de pizza. Cuando sonó el timbre de la puerta, se encontró con un enorme pedido de cuatro pizzas.

"¡Hola!", dijo el repartidor sorprendido.

"¿Yo pedí pizza?"

"No sé, pero es tuyo", le dijo el repartidor a Panchito, que no podía parar de reír con la situación.

Después de eso, volvió al colegio y se lo contó a sus amigos. Todos estaban felices de tener pizza para el recreo. Pero aún tenía que aprender sobre tecnología.

Un día, el profesor Ramos organizó una búsqueda del tesoro digital. Panchito se emocionó tanto, que pensó que tenía que llevar un tesoro de verdad, así que llevó una caja llena de monedas de chocolate. Cuando le preguntaron qué era, respondió:

"Es el tesoro para el juego digital".

"¡Panchito!", exclamó el profesor,

"¡No! El tesoro está en precisamente encontrar los códigos QR escondidos en las imágenes de la web".

Panchito se sonrojó, mientras sus compañeros se reían.

Para la siguiente actividad, Panchito prometió aprender. Decidió pedirle ayuda a su hermana mayor, que siempre estaba en su celular. Con paciencia, ella le enseñó a descargar aplicaciones. Sin embargo, confundir las aplicaciones de dibujo y las de juego le hizo crear una obra de arte muy particular, donde los monstruos jugaban al parchís en la luna. Cuando la profesora vio su obra, sólo pudo reírse y decir:

"¡Esto es arte!"

Panchito, aunque al principio se sintió frustrado, se dio cuenta de que tenía una imaginación maravillosa. Comenzó a amar la tecnología porque ahora podía explorar un mundo tan grande, lleno de posibilidades.

Al final del año, se celebró una exposición donde todos debían mostrar lo que habían aprendido. Panchito decidió presentar su arte digital, y aunque al principio se debatía entre sí era arte o un desastre, todos estaban atentos a su presentación.

"A veces hay que equivocarse y reírse para aprender", dijo modestamente,

"Mis errores de ayer son mis mejores lecciones de hoy".

Ese día, Panchito descubrió que aunque no sabía mucho sobre tecnología, sabía que lo más importante era nunca rendirse y aprender de cada situación. Así, su entusiasmo y creatividad hicieron que todos en la comunidad se unieran para ayudarlo a seguir explorando el maravilloso mundo digital.

Y así es cómo Panchito se convirtió en un pequeño experto, porque, después de todo, aprender puede ser tan divertido como un juego de rap junto a amigos.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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