Pancho, el perro sin dueño


Había una vez en la ciudad de Buenos Aires, un perro callejero llamado Pancho. Pancho era un perrito muy cariñoso y juguetón que había sido abandonado por su antiguo dueño.

Un día, Pancho fue encontrado por un amable vagabundo llamado Juan, quien inmediatamente se encariñó con él. Juan no tenía mucho, pero lo poco que tenía lo compartía con Pancho. Le daba de comer, lo cuidaba y le daba todo el amor que necesitaba.

Pancho se convirtió en el fiel compañero de Juan, y juntos recorrían las calles de la ciudad. Un día, mientras Juan y Pancho descansaban en una plaza, un millonario llamado Ricardo pasó por allí y vio al hermoso perro.

Ricardo estaba acostumbrado a tenerlo todo y cuando vio a Pancho supo que también quería tenerlo a él. Decidió entonces hacer todo lo posible para conseguir al perro. "Ese perro es perfecto para mí.

Haré lo que sea necesario para tenerlo", pensó Ricardo con determinación. Ricardo intentó sobornar a Juan ofreciéndole dinero a cambio de Pancho, pero Juan se negó rotundamente. No importaba cuánto ofreciera el millonario, Juan sabía que el amor que sentía por Pancho no tenía precio.

"Este perro es mi amigo y no está en venta", dijo Juan con firmeza. Ante la negativa de Juan, Ricardo decidió tomar medidas drásticas. Contrató a unos hombres para llevarse a Pancho mientras Juan dormía en la calle.

Sin embargo, antes de que pudieran llevárselo, un indefenso abuelo llamado Don Emilio los vio y decidió intervenir. Don Emilio era un anciano bondadoso que vivía cerca de la plaza y había visto la relación especial entre Juan y Pancho.

Se acercó corriendo hacia los hombres y les pidió detenerse. "¡Alto ahí! Ese perro pertenece al vagabundo Juan, quien lo cuida con tanto amor. No permitiré que se lo lleven", exclamó Don Emilio valientemente.

Los hombres quedaron sorprendidos ante la determinación del anciano y decidieron desistir de llevarse a Pancho. Ricardo se marchó frustrado al ver fracasar sus planes de quedarse con el perro.

Juan despertó sobresaltado al escuchar ruidos fuera de su improvisada cama en la calle. Al abrir los ojos vio a Don Emilio junto a Pancho mirándolo con cariño. "¿Qué sucedió?", preguntó preocupado Juan.

Don Emilio le contó todo lo ocurrido e hizo hincapié en cómo defendió a Pancho porque sabía cuánto significaba para él. "Gracias Don Emilio por ayudarme", dijo emocionado Juan mientras abrazaba a su fiel amigo animal. Desde ese día, Don Emilio se convirtió en otro gran amigo para ambos: para Juan y para Pancho.

Juntos formaron un equipo inseparable donde cada uno cuidaba del otro siempre estando ahí cuando más se necesitaban. Y aunque el millonario Ricardo seguía deseando tener al adorable perrito Pancho consigo mismo; aprendió una valiosa lección sobre el verdadero valor del amor desinteresado.

Porque como dicen: "El amor sincero no puede comprarse ni vendirse". Y así concluye esta historia donde el cariño verdadero siempre triunfa sobre las riquezas materiales.

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