Pancho, el pez viajero



Había una vez en el vasto océano, un pez llamado Pancho. Era un pez curioso y siempre soñaba con conocer el mundo más allá de las olas. Un día, mientras nadaba entre coloridos corales, escuchó risas de niños que venían desde la costa.

"¿Quiénes serán esos?" - se preguntó Pancho, intrigado.

Decidido a descubrir a esos niños, Pancho emprendió su aventura hacia la orilla. Cuando llegó, se dio cuenta de que uno de los niños, llamado Mateo, no estaba jugando como los demás. Lo encontró sentado en una roca, con una mirada triste.

"Hola, pequeño. ¿Por qué no juegas?" - preguntó Pancho, acercándose de a poco.

Mateo suspiró y respondió:

"No puedo jugar... a veces me siento muy cansado, y no tengo fuerzas. Estoy enfermo."

Pancho sintió un nudo en su corazón. Quería ayudar a Mateo, pero no sabía cómo un pez podía hacerlo. Después de pensarlo un momento, tuvo una idea brillante.

"Si me dejas, puedo ayudarte a sentirte mejor. ¡Voy a ingresar a tu cuerpo!" - dijo Pancho, emocionado.

Mateo, sorprendido, cuestionó:

"¿Cómo vas a hacer eso?"

"Soy un pez mágico. Puedo traerte energía y fuerza. No tengas miedo, confía en mí."

Mateo dudó un instante, pero la esperanza brilló en sus ojos. "Está bien, Pancho. ¡Hazlo!" - exclamó.

Así, Pancho se zambulló en el cuerpo de Mateo. Era un viaje extraño, pero muy especial. Al instante, sintió cómo las células del niño estaban llenas de aire fresco y su corazón latía con fuerza. Pancho nadó por las venas y se instaló en su pecho, donde podía escuchar los latidos del corazón de Mateo.

Los días pasaron y Mateo comenzó a sentirse diferente. Poco a poco, la energía regresaba a su cuerpo.

"Pancho, ¡me siento mejor!" - gritó Mateo un día, saltando de alegría en su habitación. "Puedo correr y jugar, como antes. Gracias, amigo pez."

Los días de juego se sucedieron. Pancho disfrutaba cada instante, pero un día, después de una semana de felicidad, sintió que algo no estaba bien. Su corazón también comenzaba a cansarse.

"Mateo, amigo, tengo que volver al océano. Mi hogar me necesita. ¿Estás listo para seguir solo de nuevo?" - le dijo Pancho con voz suave.

Mateo se entristeció al escuchar eso, pero entendió. "Sí, Pancho. Te extrañaré, pero sé que debo ser fuerte."

"Recuerda siempre que la energía y la fuerza están en tu corazón. Cuida de tu salud y de tu cuerpo. ¡Siempre estaré contigo en tu corazón!" - contestó Pancho, con lágrimas de alegría en sus ojos.

Antes de despedirse, Pancho le dio un consejo muy importante:

"Come frutas y verduras, haz ejercicio y nunca te rindas. Eres más fuerte de lo que crees."

Con esas palabras, Pancho nadó hacia el aire, regresando al mar donde pertenecía. Mateo miró al horizonte, prometiéndose a sí mismo que seguiría los consejos de su amigo.

Días después, gracias a su esfuerzo y a las enseñanzas de Pancho, Mateo se volvió un niño lleno de vida. Corrió, saltó y jugó con sus amigos, recordando siempre a su amigo del océano, que le dio una segunda oportunidad y le enseñó el verdadero valor de la salud.

Y así, Pancho siguió nadando en las aguas del océano, siempre listo para ayudar a otros niños y llevar su mensaje de salud y felicidad en cada burbujita que formaba al nadar. Pipí pipí, pipí, pipí, alegrando la vida de todos a su paso.

FIN.

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