Pancho y el búho herido


Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Alegre, un simpático conejito llamado Pancho que vivía en una madriguera cerca del bosque. Pancho era muy curioso y siempre se levantaba temprano todas las mañanas para empezar su día.

Cada día, Pancho se despertaba con el primer rayo de sol y salía corriendo a dar un paseo por el bosque antes del desayuno. Le encantaba saltar entre los árboles, saludar a los pajaritos y oler las flores silvestres.

Después de su paseo matutino, regresaba a su madriguera para desayunar unas jugosas zanahorias que cultivaba en su huerto. "¡Buenos días, queridas zanahorias! ¡Qué deliciosas están hoy!", decía Pancho mientras daba pequeños mordiscos a su desayuno.

Después de desayunar, Pancho se dedicaba a sus tareas diarias. Limpiaba su madriguera, regaba sus plantas y arreglaba cualquier desperfecto que encontrara. Era un conejito muy ordenado y metódico que disfrutaba de la rutina diaria.

Un día, mientras recogía leña en el bosque para prepararse para el invierno, Pancho escuchó unos ruidos extraños provenientes de un arbusto cercano. Con curiosidad, se acercó sigilosamente y descubrió a un pequeño búho atrapado entre las ramas.

"¡Hola amigo búho! ¿Necesitas ayuda para salir de ahí?", preguntó Pancho con preocupación. El búho explicó que había caído del nido durante la noche y no podía volar debido a una herida en una de sus alas.

Sin dudarlo ni un segundo, Pancho ayudó al búho a desprenderse de las ramas y lo llevó cuidadosamente hasta su madriguera. Durante varios días, Pancho cuidó al búho herido con esmero.

Le dio agua fresca, lo alimentó con insectos y le hizo compañía para que no se sintiera solo. Poco a poco, gracias a los cuidados de Pancho, el búho comenzó a recuperarse y pronto pudo volar nuevamente.

"¡Gracias infinitas por tu generosidad y amistad, querido Pancho! Nunca olvidaré tu bondad", dijo emocionado el búho antes de emprender vuelo hacia su hogar en lo alto de los árboles. Pancho sonrió feliz al ver al búho volando libremente otra vez.

Había aprendido que la amistad y la solidaridad eran valores importantes que debían cultivarse todos los días. Desde entonces, cada mañana antes de iniciar sus actividades diarias, Pancho recordaba aquel encuentro especial que lo había llenado de alegría y gratitud.

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