Pancho y las fresas de la generosidad


Había una vez en un hermoso prado, un burrito muy especial llamado Pancho. A diferencia de los demás burritos, a Pancho le encantaban las fresas.

Su pelaje era de un color marrón oscuro con manchitas blancas y tenía unos ojitos tiernos que brillaban cada vez que veía una fresa madura. Un día, mientras paseaba por el prado, Pancho se encontró con una plantación de fresas.

No pudo resistirse y comenzó a comerlas una por una, saboreando cada bocado con alegría. Las fresas eran tan dulces y jugosas que no podía parar de comer.

De repente, escuchó la voz de Doña Otilia, la dueña de la plantación: "-¡Eh tú! ¿Qué crees que estás haciendo? ¡Estás comiendo todas mis fresas!". Pancho levantó la vista y vio a Doña Otilia con los brazos en jarras y una mirada enfadada. "-Lo siento mucho, Doña Otilia. Es que me encantan las fresas y no pude resistirme", respondió Pancho avergonzado.

Doña Otilia suspiró y dijo: "-Bueno, ya que te gustan tanto las fresas, ¿por qué no me ayudas a cuidar mi plantación? Así podrás comer todas las fresas que quieras sin problemas".

Pancho asintió emocionado y se puso manos a la obra. Aprendió a regar las plantas, quitar las malas hierbas y protegerlas de los insectos dañinos. Con el tiempo, la plantación prosperó más que nunca gracias al cuidado de Pancho.

Un día, llegó el momento de la cosecha y Doña Otilia invitó a todos los animales del prado a disfrutar de las deliciosas fresas. Pancho estaba feliz de compartir su pasión con sus amigos y juntos pasaron un día maravilloso lleno de risas y sabores dulces.

Desde entonces, Pancho siguió ayudando a Doña Otilia en la plantación de fresas y se convirtió en el burrito más querido del prado. Aprendió que cuando compartimos nuestras pasiones con los demás podemos hacer grandes cosas juntos.

Y colorín colorado este cuento del burrito amante de las fresas ha terminado.

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