Papa Noel es Muy Feo



En un pueblo pequeño y nevado, donde la Navidad era la época más esperada del año, había un personaje muy conocido: Papa Noel. Pero, a diferencia de lo que todos pensaban, Papa Noel no era como los cuentos lo describían. Era un hombre de barba desordenada, que vestía un traje rojo que le quedaba un poco ajustado. Además, ¡tenía una nariz enorme y arrugada!

Los chicos del pueblo, al ver a Papa Noel, solían reírse y murmurar entre ellos:

"¡Mirá lo feo que es!"

"¡No se parece a nada a como lo dibujan en los libros!"

Papa Noel, en vez de enojarse, sonreía y decía:

"¡La belleza está en el corazón!"

Un día, mientras se preparaba para repartir regalos en la víspera de Navidad, Papa Noel escuchó a dos niños, Tomás y Valentina, hablando sobre él.

"¿No te parece que Papa Noel es muy feo?"

"Sí, no parece un verdadero Papa Noel".

Papa Noel sintió un pequeño nudo en el estómago. Sin embargo, decidió que no iba a dejar que eso lo detuviera.

Así que se puso a trabajar, cargando su trineo con los regalos y poniéndose sus grandes botas. Cuando llegó la noche de Navidad, el pueblo estaba lleno de luces y sueños.

Al llegar a la primera casa, Papa Noel bajó del trineo dejando un rastro de polvito mágico. Entró por la chimenea y dejó los regalos bajo el árbol.

"¡Felices fiestas!" dijo mientras se reía, con su típica risa.

Pero al salir, vio a Tomás y Valentina, quienes habían estado espiándolo.

"Hiciste un buen trabajo, Papa Noel, pero..." dijo Tomás, titubeando.

"¿Pero qué?" preguntó Papa Noel, curioso.

"Pero, quizás... si fueras más lindo, sería más creíble..." dijo Valentina mientras bajaba la mirada.

Entonces Papa Noel, en un acto de bondad, decidió hacer algo inesperado.

"¿Y si les muestro algo especial?" dijo saliendo del bosque.

Al llegar a la plaza del pueblo, mama Noel apareció entre las luces.

"¡Miren esto!" dijo Papa Noel.

De pronto, la noche se llenó de luces mágicas y dulces sonrisas. Todos los niños del pueblo, incluidos Tomás y Valentina, se quedaron asombrados.

"¡Guau!" exclamó Valentina.

"La verdadera belleza no está en el aspecto, sino en los actos y el amor que compartimos."

"¡Tenés razón, Papa Noel!" respondió Tomás, olvidando su comentario anterior.

Cada año, desde esa Navidad, el pueblo no solo esperaba los regalos de Papa Noel, sino también su risa, su alegría y su enorme corazón. Con el tiempo, los niños se dieron cuenta de que la verdadera belleza está en las acciones y en el amor que compartimos, y no en la apariencia.

"¡Feliz Navidad, Papa Noel!" le gritaron todos tras el trineo en el que se alejaba.

"¡Feliz Navidad, amigos!" respondió él, con una sonrisa que iluminaba el mundo.

Y así, el pueblo aprendió una valiosa lección: la belleza se encuentra en los corazones amables, y no en los rostros.

Esa Navidad, no solo se celebró la llegada de Papa Noel, sino también el espíritu de amor y aceptación que llenó cada rincón del pueblo. Desde entonces, Papa Noel nunca fue considerado feo, sino que fue visto como el verdadero símbolo de la belleza interior.

FIN.

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