Pascual y los Dinosaurios Guardianes
En un pequeño pueblo llamado Villa Dino, vivía un joven llamado Pascual. Pascual era un chico muy especial: tenía la habilidad de hablar con los dinosaurios y, además, los dominaba a su antojo. Desde muy pequeño, había hecho amistad con ellos y siempre estaba rodeado de sus compañeros prehistóricos.
Un día, mientras jugaba en la plaza del pueblo, escuchó un llanto proveniente de un grupo de niños que estaban jugando cerca de un antiguo árbol. Pascual se acercó rápidamente y al preguntar qué sucedía, uno de los pequeños le respondió:
"Pascual, ¡el T-Rex está asustando a todos! No nos deja jugar en paz."
Pascual se sintió preocupado. El T-Rex era un dinosaurio muy fuerte y a veces, por su gran tamaño, causaba pánico entre los niños.
"No se preocupen, yo hablaré con él. ¡Vamos, amigos!" dijo Pascual, mientras hacía una seña a sus amigos dinosaurios, que estaban escondidos detrás de unos arbustos.
Así, convocó a su amigo el Velociraptor, llamado Rapi, y al gigante Triceratops, llamado Trico.
"Rapi, necesitaremos tu velocidad para llegar rápido a donde está el T-Rex. Y Trico, busca la forma de calmarlo."
Los tres amigos brincaron y corrieron hacia el bosque, donde el T-Rex estaba. Cuando llegaron, vieron al enorme dinosaurio rugiendo y haciendo temblar el suelo.
"¡T-Rex!" gritó Pascual, tratando de hacerse escuchar entre los rugidos.
El T-Rex, al darse cuenta de la presencia de Pascual, se giró y lo miró con curiosidad. "¿Qué quieres, joven? Estoy molesto."
Pascual respiró hondo y le respondió:
"Los niños tienen miedo de ti. Solo quieren jugar, al igual que tú. No deberías asustarlos."
El T-Rex frunció el ceño, pero después de unos momentos de reflexión, se dio cuenta de que hacía mucho tiempo que no jugaba. Así que, con un profundo suspiro, dijo:
"Tal vez tengan razón. Pero soy un dinosaurio grande, y no puedo evitar que los niños se asusten."
Pascual, viendo la frustración del T-Rex, tuvo una idea brillante:
"Podríamos jugar todos juntos. Te prometo que si juegas con ellos, se darán cuenta de que eres amistoso y divertido."
El T-Rex se quedó pensativo. "¿Se atreverían a acercarse a mí?"
"Sí, yo les diré que lo hagas. Vamos a organizarnos para jugar al escondite. Tú serás el que se esconda, y nosotros contaremos. Ésta será la mejor manera de mostrarles que no eres malo."
El T-Rex sonrió de oreja a oreja y aceptó la propuesta. Así, los cuatro amigos: Pascual, Rapi, Trico y el T-Rex se fueron a buscar a los niños que estaban todavía temerosos.
Cuando los encontraron, Pascual exclamó:
"¡Chicos! ¡El T-Rex quiere jugar con nosotros! ¡Vengan!"
Los niños miraron a Pascual, incrédulos.
"¿De verdad? ¿No nos va a comer?"
"No, ¡él es un amigo! Les prometo que venimos a divertirnos. ¡Vamos, no tengan miedo!" Los niños se acercaron, algo nerviosos pero también emocionados.
Así comenzó el juego. El T-Rex se escondió detrás de un gran árbol, mientras los niños contaban hasta diez. Para sorpresa de todos, al ser encontrado, el T-Rex se mostró amigable y divertido, lo que hizo que rápidamente se rompieran las barreras entre él y los niños.
Al final de la tarde, todos estaban riendo y jugando juntos.
"Gracias, Pascual, sos un héroe, dijo uno de los niños."
"No soy un héroe, solo un amigo que desea que todos se diviertan. Por eso, ¡siempre debemos recordar que no debemos juzgar a los demás por su aspecto! ¡Incluso los dinosaurios pueden ser nuestros amigos!".
FIN.