Paso a Paso, Letra a Letra



En un colegio oficial de la ciudad de Bogotá, Fabián, un estudiante con discapacidad intelectual, enfrentaba cada día el reto de aprender a leer y escribir. Desde pequeño, había encontrado en las letras una barrera difícil de superar. Sin embargo, su perseverancia era más fuerte que cualquier dificultad.

Un día, Fabián llegó al colegio con una sonrisa de oreja a oreja.

"Hoy siento que puedo lograrlo, Maestra Clara!" - exclamó lleno de entusiasmo. La Maestra Clara, una mujer amable y siempre dispuesta a ayudar, le sonrió de vuelta.

"Eso es genial, Fabián. ¿Qué es lo que más querés aprender hoy?"

"Quiero leer el cuento sobre los gatos!"

La Maestra Clara le mostró un libro que tenía dibujos coloridos de gatos traviesos.

"Perfecto, empecemos a leerlo juntos. Te ayudaré paso a paso y letra a letra" - dijo ella con tranquilidad.

Fabián tomó una respiración profunda y se preparó para iniciar su desafío. Sin embargo, las letras se mezclaban en su mente y a veces parecían escaparle. En un momento de frustración, exclamó.

"No puedo, ¡es muy difícil!"

"No te rindas, Fabián. Recuerda que lo importante es ir despacito. Vamos a desarmar estas palabras juntos. ¿Qué tal si empezamos por la primera letra?" - Lo alentó la maestra.

Fabián miró el libro y señaló al primero de los gatos.

"Ese es un G, ¿verdad?"

"¡Exactamente! Y cuando juntamos más letras, formamos palabras. ¿Te gustaría intentar?" - preguntó la maestra.

Con cada letra que pronunciaban, Fabián se sentía un poco más seguro.

"Gato, Miau... ¡Lo hago!" - dijo feliz.

"Sí! ¡Estás leyendo! Cada pequeño paso cuenta, recordá siempre eso" - exclamó la Maestra Clara, feliz por el progreso de su alumno.

Días pasaron y Fabián comenzó a mejorar, pero había días en los que la frustración lo invadía. Un día, mientras intentaba escribir su nombre, se sintió desanimado.

"No puedo escribir bien, soy un estorbo en clase" - dijo con la cabeza gacha.

La Maestra Clara se acercó y le puso una mano en el hombro.

"Fabián, todos aprendemos a nuestro propio ritmo. Lo importante es que no te detengas. Mirá todo lo que ya has logrado. ¡Sos muy valiente!"

"¿En serio?" - preguntó Fabián, levantando la mirada con esperanza.

"Sí! Todos tenemos desafíos. Lo que importa es cómo los enfrentamos. ¿Querés compartir tus logros con la clase?"

Al principio dudó, pero en su interior sabía que había mejorado. Así que, con un poco de nervios, lo intentó.

"Hoy leí sobre un gato que se perdió, ¡y encontré la manera de escribirlo!" - compartió con orgullo al final de la clase.

Sus compañeros lo aplaudieron y Fabián sintió que, efectivamente, estaba avanzando. Durante las semanas siguientes, dejó de sentir temor y empezó a disfrutar el aprendizaje. En su cabeza danzaban letras y palabras que antes parecían lejanas.

Un día, mientras la Maestra Clara pasaba por el aula, Fabián levantó la mano.

"Maestra, hoy quiero leer frente a la clase. ¡En serio, puedo hacerlo!"

"¡Por supuesto! Vení a leerle a tus compañeros, Fabián" - lo animó la maestra.

Con voz temblorosa pero decidida, Fabián comenzó a leer.

"Había un gato que vivía en una casa azul..." - y mientras hablaba, la timidez de sus primeros días desaparecía. Los rostros de sus compañeros estaban llenos de admiración. Al terminar, recibió una ovación de todos.

"¡Lo hiciste genial!" - gritaron.

Fabián sonrió, y por dentro sabía que, aunque el camino aún tenía sus desafíos, había descubierto que cada paso, cada letra, era un triunfo.

"¡Gracias, Maestra Clara!" - dijo Fabián iluminado por la alegría.

"Gracias a vos, Fabián. Seguí así, no hay límites para tu aprendizaje. ¡Paso a paso, letra a letra!" - respondió ella.

Desde ese día, Fabián entendió que lo más importante no era la rapidez, sino la constancia y la pasión por aprender. Y así, con cada día que pasaba, seguía desafiándose, sumando letras, formando palabras y construyendo su propia historia.

Y así fue como Fabián aprendió a leer y, lo más importante, aprendió que no hay barrera que no se pueda superar con esfuerzo y dedicación.

FIN.

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