Patito y el Duende del Lago
En un hermoso lago rodeado de grandes árboles y flores de colores, vivía un patito llamado Patito. Patito era un patito muy curioso y soñador. Siempre miraba al cielo, deseando algún día convertirse en un bello cisne.
Un día, mientras nadaba, escuchó una risa suave que provenía de la orilla. Al acercarse, vio a un duende pequeño y alegre, que danzaba alrededor de las flores.
- ¡Hola! -exclamó el duende, sorprendido de ver al patito-. ¿Por qué tan triste, patito?
- No estoy triste, ¡solo tengo un sueño! -respondió Patito, inflando el pecho con determinación-. Quiero ser un cisne, porque son tan bellos y elegantes.
El duende se rió de buen humor.
- ¿Y por qué no podrías serlo?
Patito movió su cabeza hacia atrás, dudando de sí mismo.
- No sé. Soy solo un patito, nunca podré ser un cisne.
- Pero a veces, el verdadero cambio empieza con un pequeño deseo y un poco de valentía -dijo el duende señalando las estrellas en el cielo-. Yo soy un duende, y no tengo alas, pero eso no me detiene de volar en mis sueños.
Patito decidió que debía intentar algo. -¿Podrías ayudarme? , preguntó emocionado.
- Claro que sí, ¡ten paciencia! -respondió el duende guiñándole un ojo-. Ven, te llevaré a la Isla de los Sueños.
Patito, entusiasmado, lo siguió. Nadar llegó a una isla mágica donde todo brillaba con colores nunca antes vistos. Allí había muchos otros patitos como él, todos deseando ser cisnes.
- ¡Miren! -gritó el duende-. Aquí pueden trabajar juntos y aprender sobre la confianza y la transformación.
Los patitos empezaron a practicar. Danzaron, nadaron al ritmo de la música del viento y se contaron cuentos de valor y amistad. Pero, una noche, una nube oscura apareció en el horizonte. Todos los animales comenzaron a asustarse.
- ¿Qué vamos a hacer, Patito? -preguntó uno de los patitos.
Patito se sintió valiente y dijo:
- ¡No podemos dejar que el miedo nos detenga! Puede que aún no seamos cisnes, pero tenemos un brillo especial. ¡Debemos unir nuestras fuerzas y enfrentar la oscuridad!
Todos los patitos asintieron y se alinearon, formando un arco de luz alrededor del lago. El duende, con un chasquido de sus dedos, hizo que las estrellas comenzaran a brillar más intensamente. Con su luz, ahuyentaron la nube oscura, llenando el cielo de hermosos colores.
Los patitos celebraron su victoria, saltando y girando. El duende sonrió, convencido de que habían aprendido una valiosa lección.
- Ven, Patito, es hora de que regreses -dijo el duende-. Has demostrado que, aunque no seas un cisne aún, tu espíritu de lucha te hace más grande que lo que creías.
Desde ese día, Patito regresó al lago, ¡más convencido que nunca de que dentro de él llevaba el valor para ser lo que soñaba! Y aunque nunca se convertiría en un cisne, comprendió que su encanto y su alegría eran lo que realmente lo hacían especial.
Desde entonces, cada día practicaba con los patitos y se sentía feliz, porque ya no ansiaba ser un cisne, sino que abrazaba ser Patito. Y así, el patito y el duende viajaron juntos muchas veces, siempre recordando que los sueños son posibles cuando se tiene coraje y amistad.
FIN.