Patricio y el Nuevo Comienzo



Era un soleado lunes de octubre cuando Patricio, un niño de diez años, llegó a su nuevo colegio. Tenía el corazón latiendo fuerte, lleno de emociones encontradas. Su familia se había mudado hace una semana y ahora, era el momento de enfrentarse a la incertidumbre. Al entrar a la escuela, notó a los grupos de niños charlando animadamente en el patio.

"¿Y ahora qué hago?" - pensó Patricio, mirando como se reían y jugaban entre ellos. Se sentía un poco nervioso. Sin embargo, decidió que debía intentar hacer amigos.

Para su sorpresa, en el primer recreo, se acercó a un grupo que jugaba al fútbol. Se armó de valor y se presentó,

"Hola, soy Patricio, ¿puedo jugar con ustedes?"

Los chicos lo miraron y uno de ellos, llamado Lucas, le respondió,

"Claro, ¡vení! Podemos hacer dos equipos. ¿Sabés jugar?"

"Un poco, pero estoy aprendiendo" - contestó con una pequeña sonrisa. A pesar de su inseguridad, Patricio se unió al juego y, aunque no era el mejor jugador, se divirtió. Sin embargo, cuando el juego terminó, notó que los otros chicos se agruparon de nuevo y no lo invitaron a jugar otra vez.

Esa tarde, mientras almorzaba solo en una esquina del patio, apareció una niña con una mochila colorida que se sentó a su lado.

"Hola, yo soy Sofía, ¿te importa si me siento acá?" - dijo con una sonrisa.

"No, para nada. Soy Patricio" - respondió, sintiéndose un poco más a gusto.

"¿Te gusta el dibujo?" - preguntó Sofía, sacando de su mochila un cuaderno lleno de dibujos.

"¡Me encanta!" - dijo Patricio, sorprendido. Mientras charlaban, ambos descubrieron que tenían muchas cosas en común, como el amor por los animales y los videojuegos. Por un instante, Patricio se olvidó de su inquietud inicial.

Los días pasaron y Patricio, junto a Sofía, comenzaron a compartir los recreos. Sin embargo, el viernes, ocurrió algo inesperado. Mientras buscaban un lugar para jugar, Patricio vio al grupo de Lucas riéndose y decidiendo jugar un nuevo juego. Se sintió un poco triste por no ser parte de ellos.

"¿Por qué no te acercás y les decís que querés jugar?" - le sugirió Sofía.

"No sé, tal vez no quieran" - contestó Patricio, sintiéndose un poco desanimado.

Sofía lo miró con confianza,

"A veces hay que arriesgarse. ¿Y si no les molesta? O mejor aún, ¿y si les gusta que te unas?"

Patricio pensó en las palabras de su amiga y, finalmente, se armó de valor.

"Está bien, voy a intentarlo" - se dijo a sí mismo mientras caminaba hacia el grupo.

Se detuvo frente a ellos y, con un poco de nervios, dijo,

"Hola, chicos. Me gustaría jugar con ustedes, si no es un problema" - su voz tembló un poco, pero no se dio por vencido.

Lucas lo miró sorprendido y luego sonrió,

"¡Claro! ¡Cuantos más seamos, más divertido!"

Patricio no podía creerlo. A partir de ahí, se unió al juego y, para su sorpresa, se divirtió mucho. Luego, en el camino a casa, le contó todo a Sofía.

"¡No puedo creer que lo hice! Me alegra haberme animado."

"¡Te dije que solo había que intentarlo!" - respondió ella, saltando de alegría.

A medida que pasaron las semanas, Patricio hizo más amigos, se unió a diferentes juegos y aprendió que a veces lo único que hay que hacer es intentarlo. Así fue como aprendió la importancia de abrirse a nuevas oportunidades y de descargar sus miedos.

Un día, mientras todos estaban en el parque, Sofía dijo,

"¿Por qué no hacemos un mural en la escuela?"

Patricio brilló de felicidad.

"Sí, ¡eso sería genial!"

Ambos, al igual que sus amigos, comenzaron a trabajar juntos para crear algo colorido y único en la escuela, uniendo a todos en la diversión, riendo y compartiendo momentos inolvidables. Patricio se dio cuenta de que, a veces, los amigos pueden encontrarse en los lugares menos esperados. Todo se trataba de ser valiente y abrirse a nuevas experiencias.

Y así, Patricio no solo encontró nuevos amigos, sino que también aprendió que cada día es una nueva oportunidad para un nuevo comienzo.

Fin.

FIN.

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