Paula, el dragón furioso de El Nihuil



En un tranquilo pueblo llamado El Nihuil, habitaba un impresionante dragón llamado Paula. A diferencia de los demás dragones, Paula no era fanática de asustar a la gente ni de lanzar fuego por la boca.

En cambio, le encantaba cuidar su jardín de flores, el más hermoso de todo el reino. Las flores de su jardín eran tan especiales que tenían el poder de alegrar los corazones de todos los habitantes del pueblo.

Paula pasaba sus días cuidando con cariño cada planta, regándolas y dándoles amor.

Pero un día, mientras se ausentaba por unas horas, un grupo de traviesos duendes, sin darse cuenta de que era el lugar sagrado de Paula, decidieron jugar a la pelota y, sin querer, pisotearon y rompieron las preciosas flores. Cuando Paula regresó y descubrió lo que había pasado, su corazón se llenó de ira y tristeza. La furia invadió su ser, sintió que su hogar y sus esfuerzos habían sido destruidos.

-¿Quién se atrevió a destruir mi jardín? -rugió Paula con un inmenso dolor en su voz. Todos en El Nihuil temblaban de miedo ante la furia de Paula, nadie se atrevía a contarle lo sucedido.

Pero en medio de su enojo, Paula recordó algo muy importante: su sabia amiga la tortuga Milagros le dijo una vez que el enojo nunca solucionaría nada, que era importante encontrar la calma y el perdón.

Así que, con lágrimas en sus ojos y un nudo en la garganta, Paula decidió buscar a los duendes, no con odio, sino con la esperanza de hallar una solución pacífica. Tras una larga búsqueda, encontró a los duendes tarareando y jugando sin preocupaciones.

-¡Hey, ustedes! -exclamó Paula con voz firme pero serena. Los duendes se estremecieron al escucharla. -¿Qué... qué quieres de nosotros, Paula? -balbucearon los duendes temerosos. -Vinieron a mi jardín y sin querer destruyeron mis flores.

Pero en vez de recriminarles, quiero proponerles algo: juntos podemos reconstruir el jardín, y esta vez lo haremos aún más hermoso. Los duendes, sorprendidos por la actitud de Paula, asintieron emocionados. Durante días, trabajaron unidos, cuidando cada planta con esmero y dedicación.

La reconstrucción del jardín no solo ayudó a sanar las heridas de Paula, sino que también fortaleció los lazos de amistad entre el dragón y los duendes. Finalmente, el jardín floreció con una belleza aún mayor, y su aroma se esparció por todo El Nihuil, llevando alegría a cada rincón.

Desde aquel día, Paula comprendió que ante la adversidad, el amor, la paciencia y el perdón son las herramientas más poderosas. Y así, su ejemplo inspiró a todos en El Nihuil a cultivar la amistad y el respeto hacia la naturaleza.

Y desde entonces, el jardín de Paula se convirtió en un lugar mágico donde las flores florecían en armonía, recordando a todos que, incluso en los momentos más oscuros, siempre hay espacio para la esperanza y la renovación.

FIN.

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