Paula y el Jardín de la Amistad



Era una mañana brillante y soleada cuando Paula, una niña de cabello castaño y grandes ojos curiosos, salió de su casa para caminar hacia la escuela. A pesar del hermoso día, su corazón estaba pesado. Paula era muy tímida y siempre se sentía sola. En el recreo, observaba a sus compañeros jugando y riendo, pero nunca se atrevía a unirse a ellos.

Un día, mientras disfrutaba de un almuerzo solitario en el banco del parque, vio a un grupo de chicos jugando a la pelota. Uno de ellos, un niño llamado Lucas, se acercó y le preguntó:

"¿Por qué no juegas con nosotros, Paula?"

"Porque... no sé jugar bien y me da mucha vergüenza," respondió ella, jugando nerviosamente con los cordones de sus zapatillas.

"No importa! Yo te enseño. Vení!"

Paula, sintiendo una chispa de esperanza, finalmente se unió al grupo. Pasó la tarde riendo y aprendiendo a jugar con Lucas. Sin embargo, a la semana siguiente se mudó a otro barrio. Cuando Paula se enteró, sintió que había vuelto a perder una oportunidad de amistad.

Con el tiempo, su soledad se profundizaba, pero un día, mientras paseaba por el parque, descubrió un lugar oculto detrás de un arbusto: un pequeño jardín lleno de flores de colores vibrantes. En ese momento, decidió que aquel sería su jardín secreto. No sabía que con el tiempo, el jardín atraería a otros niños.

Al otro día, Paula, con la esperanza de que su jardín pudiera llenar su soledad, empezó a cuidarlo. Regaba las plantas, removía las hojas secas y hablaba con las flores como si fueran sus amigas.

Un día, mientras estaba en su jardín, un grupos de niños pasaron y notaron lo hermoso del lugar. Una de ellas, Sofía, se acercó y le dijo:

"¡Wow! Este lugar es impresionante, ¿quién lo cuida?"

"Yo... soy yo. Solo es un jardín," le respondió Paula, sintiendo calor en sus mejillas.

"¿Te parece si organizamos un picnic aquí?" propuso Sofía emocionada.

Paula dudó un instante, pero luego asintió con la cabeza. Juntos, invitaron a más niños y pronto el jardín se llenó de risas y juegos. A medida que se reían y compartían bocados, Paula se dio cuenta de que el miedo a hacer amigos se desvanecía.

Aquel jardín, que había sido su refugio solitario, se transformó en un punto de encuentro, donde todos compartían historias, juegos y, lo más importante, risas. Un día, mientras organizaban otro picnic, Sofía le dio un abrazo a Paula y le dijo:

"Nunca debiste sentirte sola, este lugar es muy especial gracias a vos!"

"Yo creía que nunca tendría amigos, pero este jardín cambió todo," respondió Paula, con una gran sonrisa en su rostro.

Con el paso del tiempo, Paula se volvió una niña más segura de sí misma y, gracias a sus nuevos amigos, aprendió que la amistad florece en los lugares más inesperados. Desde ese día, siempre que se sentía un poco sola, recordaba que el jardín de la amistad siempre estaba allí, esperando ser explorado. Aquél jardín no solo había crecido en flores, también había crecido en risas y en la cálida luz de la amistad.

Y así, Paula entendió que a veces, dar un paso al frente y abrirse a los demás puede traer colores a nuestra vida, igual que un jardín lleno de flores.

FIN.

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