Pedacito de mi corazón, mi hija Fabiana



En un pequeño pueblo rodeado de montañas y ríos cristalinos, vivía una niña llamada Fabiana. Era una nena llena de energía y sueños, apasionada por explorar cada rincón de su entorno. Su mama, Renata, siempre la alentaba a seguir sus pasiones y a aprender sobre el mundo que las rodeaba.

"Mamá, hoy quiero descubrir el bosque!" - exclamó Fabiana un soleado día de primavera.

"¡Qué idea tan emocionante! Pero recuerda, siempre debes ir con precaución y no alejarte demasiado" - respondió Renata, con una sonrisa en el rostro.

Con su mochila llena de provisiones y una curiosidad infinita, Fabiana partió hacia el bosque. Mientras caminaba, se encontró con un pequeño arroyo que burbujeaba alegremente.

"¡Hola, agua cristalina!" - saludó Fabiana, imaginando que el arroyo le respondía.

A medida que se internaba más en el bosque, Fabiana conoció a una ardilla muy curiosa llamada Tico.

"¡Hola! Soy Tico, el guardián del bosque. ¿Qué haces aquí?" - preguntó la ardilla, moviendo su colita con inquietud.

"Hola, Tico. Soy Fabiana y vine a explorar. ¡Este lugar es mágico!" - respondió Fabiana, emocionada.

Tico la miró con ojos brillantes.

"¿Mágico? Bueno, puede que sí, pero también puede ser peligroso. Debes tener cuidado, hay muchas cosas que no conoces" - advirtió Tico.

Fabiana asintió, recordando las palabras de su madre. Decidió que siempre seguiría sus consejos, así que continuó su aventura, recogiendo hojas y observando insectos.

De repente, escuchó un fuerte ruido. Un tronco caía al suelo, y Fabiana, asustada, se dio cuenta de que estaba cerca de una zona donde unos hombres estaban cortando árboles.

"¡Tico! Alguien está dañando el bosque. ¡Debemos hacer algo!" - gritó Fabiana, preocupada.

"Cierto, pero ¿qué podemos hacer nosotras?" - preguntó Tico, batiendo su colita con desánimo.

Fabiana se sentó en el suelo, pensando. Entonces tuvo una idea brillante.

"¡Podemos hacer un cartel!" - exclamó, levantándose de golpe.

Con la ayuda de Tico, Fabiana reunió ramitas, hojas y flores, creando un enorme cartel que decía: "¡Cuidemos nuestro bosque!". Juntas, lo colocaron en un lugar bien visible.

"¡Ahora sí! Tal vez los hombres lo vean y entiendan lo importante que es cuidar la naturaleza" - aseguró Fabiana con determinación.

Aunque al principio no se dieron cuenta, los hombres al final notaron el cartel y se acercaron a leerlo. Uno de ellos, un señor mayor, se quedó pensando por un momento antes de hablar.

"Miren, chicos. Esta nena tiene razón. Debemos cuidar lo que tenemos, el bosque es nuestro hogar también" - dijo el hombre, mirando a sus compañeros.

"¡Sí, vamos a trabajar en otras áreas!" - concordó otro trabajador.

Fabiana, llena de alegría, gritó:

"¡Lo logramos, Tico!" - saltó y abrazó al pequeño guardián del bosque.

"Eres valiente, Fabiana. Supiste actuar rápido y hacer una gran diferencia. ¡Debes estar orgullosa!" - dijo Tico, sonriendo felizmente.

Cuando regresó a casa, Fabiana contó a su mamá todo lo que había vivido y cómo había salvado un pedacito del bosque.

"¡Estoy tan orgullosa de vos, mi pedacito de mi corazón!" - le dijo Renata emocionada, abrazándola.

Desde entonces, Fabiana siempre recordaría que a veces, un pequeño gesto puede hacer una gran diferencia. Aprendió que cuidar el planeta es tarea de todos y que nunca es demasiado tarde para actuar. Juntos, con su mamá y su nuevo amigo Tico, comenzaron actividades para cuidar su pueblo y preservar la esencia de la naturaleza, inspirando a más niños a hacer lo mismo.

Y así, Fabiana entendió que si todos ponemos un pedacito de nuestro corazón, el mundo puede ser un lugar mejor.

FIN.

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