Pedaleando sueños con Abuelita Blanca



Era una mañana fresca de primavera cuando Sahily, una niña de siete años, decidió que era el día perfecto para aprender a andar en bicicleta. Con su cabello rizado iluminado por el sol, se acercó emocionada a su abuelita Blanca, quien la estaba esperando en el patio con una sonrisa.

"¡Abuelita! ¡Hoy quiero andar en bicicleta!" - exclamó Sahily, moviendo sus brazos de entusiasmo.

"¡Qué buena idea, mi amor!" - respondió Blanca, ajustándose las gafas y mirando la bicicleta que estaba atada al árbol, cubierta de flores enredadas.

Mientras Sahily se subía a la bicicleta, Blanca le explicó cómo funcionaba.

"Primero, tenés que subir, y después, mirá hacia adelante. Mantén la cabeza en alto y pedalea suavemente. Yo estaré aquí para ayudarte." - dijo la abuelita, dándole un empujón en la espalda para que comenzara.

Sahily hizo varios intentos. Ayudada por la paciencia de su abuelita, pedaleaba, pero cada vez que se sentía un poco insegura, giraba el manillar y se caía al suelo.

"¡Ay, Abuelita! ¡Me da miedo!" - se quejó Sahily, frotándose una rodilla que comenzó a enrojecerse.

"El miedo es parte del aprendizaje, mi vida. Cada vez que te caes, te acercas un poco más a poder andar bien. Recuerda, yo también tuve mis caídas cuando era joven. Lo más importante es levantarse y seguir intentándolo." - le dijo Blanca con cariño, ayudándola a levantarse.

Decidida, aunque un poco dudosa, Sahily se volvió a montar en la bicicleta. En el tercer intento, Blanca, a una distancia segura, la alentó desde el costado.

"¡Vamos, Sahily! ¡Podés! Pedalear es como bailar, sentilo, mové esas piernitas.” - exclamó Blanca, levantando los brazos como si danzara.

Sahily sonrió y, ajustando su casco, despejó su mente. Esta vez, mientras pedaleaba, se concentró en lo que había aprendido: mantuvo la mirada fija al frente y sintió el viento en su cara.

Y, ¡vaya sorpresa! ¡Estaba andando sola! La bicicleta avanzaba recta y, aunque su corazón latía rápido, se sentía volar.

"¡Mirá, Abuelita! ¡Lo estoy haciendo!" - gritó emocionada, mientras su abuelita la observaba con los ojos brillantes, llena de orgullo.

Pero justo cuando parecía que Sahily lo había logrado, un perrito que corría por el parque se cruzó en su camino. Sahily, asustada por el imprevisto, giró el manillar y se cayó nuevamente al suelo.

"Nooo..." - murmuró, sintiendo que el miedo comenzaba a invadirla otra vez.

Blanca corrió hacia ella, ayudándola a levantarse de nuevo.

"¡Ahora, escúchame, Sahily! Caerse es normal, pero lo que cuenta es levantarse. Cada vez que te caes, el mundo te está enseñando algo nuevo. ¿Vas a dejar que un perrito decide por vos?" - le preguntó con dulzura.

Sahily se limpió las lágrimas y sonrió, sintiéndose un poco más valiente.

"¡No! No voy a dejar que un perrito me detenga. Intentémoslo de nuevo, Abuelita." - respondió con determinación.

Así, siguieron practicando. Cada vez que Sahily caía, en lugar de desanimarse, lo tomaba como un nuevo desafío. Luego de varias vueltas en el parque y algunas caídas, Sahily ya podía andar su bicicleta durante varios metros.

"¡Lo logré, Abuelita!" - gritó, levantando los brazos en señal de victoria cuando logró pedalear por el camino del parque sin caerse.

"¡Mirá qué valiente, mi amor! Estoy tan orgullosa de vos. Recuerda que cada caída te hace más fuerte y que siempre estaré aquí para ayudarte a levantarte." - contestó Blanca, llenando su corazón de alegría.

Sahily se sintió más valiente que nunca. Así, aprendió no solo a andar en bicicleta, sino también que los retos y miedos hacen parte del viaje y que, con amor y apoyo, siempre puede levantarse. Juntas, abuelita y nieta, regresaron a casa pedaleando, llenas de risas y nuevas historias por contar sobre su día lleno de descubrimientos.

FIN.

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