Pedrito y el día del gran juego



En un pequeño pueblo, había una escuela muy especial llamada "El Jardín de Todos". En esta escuela, cada niño era diferente, pero todos eran aceptados y queridos por igual. Entre ellos había un niño llamado Pedrito, que siempre llevaba consigo una gran sonrisa, pero había algo que le preocupaba: no podía correr tan rápido como sus amigos.

Una mañana soleada, la maestra Mariana anunció:

"¡Queridos chicos! Este viernes se realizará el Gran Juego del Jardín. Habrá carreras, saltos y muchas más sorpresas. ¡Todos pueden participar!"

Los ojos de los niños brillaron de emoción, menos los de Pedrito, que se sintió un poco abatido.

Cuando llegó a casa, le comentó a su mamá:

"Mamá, no sé si podré competir... A mí no me gusta que me miren cuando corro. Soy muy lento."

Su mamá le sonrió y le respondió:

"Pedrito, lo importante no es la velocidad, sino disfrutar con tus amigos. ¿Por qué no practicas con ellos?"

Con el apoyo de su mamá, decidió intentarlo. Al día siguiente, en la hora de educación física, reunió a sus amigos:

"Chicos, me gustaría practicar para el Gran Juego, pero necesito ayuda para divertirme mientras corro."

Sus amigos miraron a Pedrito y se entusiasmaron.

"¡Por supuesto! Podemos hacer carreras en equipo, así nos apoyamos entre todos."

"¡Sí! ¡Eso estará buenísimo!" exclamó Sofía, una amiga muy animada.

Así, comenzaron a practicar. En vez de carreras individuales, hicieron relevos. Pedrito decidió que su estrategia sería correr con mucho entusiasmo y pasar la posta a su amigo Tono, que corría más rápido.

Durante esos días, Pedrito se sintió parte del equipo, y cada entrenamiento se volvió una nueva aventura, llena de risas y gritos de aliento.

La semana pasó volando y llegó el día del Gran Juego. La escuela estaba decorada con globos de colores y todos estaban emocionados.

"¡Estoy nervioso!" confesó Pedrito a su grupo.

"No te preocupes, Pedrito. ¡Lo que más importa es disfrutar!" le animó renato, su mejor amigo.

Cuando comenzó la carrera, todo el mundo estaba ansioso, pero Pedrito se sintió bien al recordar todas las risas que había compartido con sus amigos. Al sonar el silbato, los niños salieron disparados.

Pedrito empezó a correr a su ritmo, sintiendo que el apoyo de su equipo lo impulsaba.

Tan pronto como llegó a su primera posta, pasó el testigo a Tono, quien corrió como un rayo.

"¡Vamos, Pedrito! ¡Sos parte del equipo!" gritó Sofía desde la línea de meta.

El término del primer juego fue un verdadero logro. Pedrito se sintió feliz y satisfecho, no solo por su participación, sino por la unión de todos.

Al finalizar el evento, la maestra Mariana entregó medallas a todos los participantes.

"Hoy todos ustedes han demostrado la verdadera esencia de un equipo: apoyar y celebrar juntos. Cada uno de ustedes es especial y eso es lo que hace a nuestra escuela tan hermosa".

A Pedrito le brillaban los ojos de felicidad.

"Gracias a todos por ayudarme a sentirme parte. ¡Lo pasé genial!"

"¡Nosotros también!" respondieron sus amigos al unísono.

Desde ese día, Pedrito se dio cuenta de que no necesitaba ser el más rápido para ser importante. Cada niño tenía su propio ritmo, y lo que contaba era la alegría de compartir. El Jardín de Todos era su lugar seguro, donde cada diferencia se transformaba en una fortaleza compartida, y así, el niño que no podía correr tan rápido se convirtió en un gran jugador, porque en su corazón, ya era un campeón.

FIN.

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