Pedro Juan Caballero y el partido entre Cerro y Olimpia
En una hermosa ciudad de Sudamérica llamada Asunción, vivía un pequeño niño llamado Pedro Juan Caballero. Pedro Juan era un gran amante del fútbol, y su equipo favorito era Cerro Porteño.
Pero algo curioso sucedió un día cuando su vecino, el abuelito Don Esteban, le regaló una camiseta de Olimpia, el eterno rival de Cerro. Al principio, Pedro Juan no estaba seguro de qué hacer con la camiseta, ya que amaba tanto a su equipo.
Pero después de pensar en ello, decidió que podía apoyar a ambos equipos, ya que el fútbol era su verdadera pasión.
Un día, se anunció que Cerro y Olimpia jugarían el partido más importante de la temporada.
Pedro Juan estaba emocionado, ya que sería la primera vez que presenciaría un clásico en el estadio. Con su camiseta de Cerro debajo de la de Olimpia, Pedro Juan y Don Esteban se dirigieron al estadio juntos.
Al llegar, el estadio estaba lleno de energía y emoción.
Los hinchas de ambos equipos cantaban y animaban a sus jugadores. Pedro Juan se sentía abrumado por la magnitud del evento, pero recordó lo que su abuelito le enseñó: el respeto y la pasión por el fútbol eran lo más importante.
El partido comenzó y ambos equipos dieron lo mejor de sí. La emoción era palpable en el aire.
Durante el partido, Olimpia anotó un gol, y los hinchas de ese equipo estallaron en júbilo.
Por otro lado, Cerro luchaba por igualar el marcador. En el último minuto del partido, Cerro tuvo la oportunidad de cobrar un penal. El estadio entero estaba en silencio mientras Pedro Juan miraba con ansias. "¡Vamos, Cerro, tú puedes hacerlo!"- gritó Pedro Juan.
El delantero de Cerro tomó impulso y pateó el balón con fuerza. ¡Gol! El estadio estalló en aplausos y gritos de júbilo. Pedro Juan abrazó a Don Esteban, cuyo rostro reflejaba una alegría genuina.
Fue un empate, y aunque ninguno de los equipos ganó, todos los hinchas sabían que presenciaron un partido increíble. Pedro Juan aprendió que el fútbol unía a las personas, sin importar los colores de las camisetas.
Desde ese día, Pedro Juan siguió siendo un gran fanático de Cerro, pero también guardó un cariño especial por Olimpia, aprendiendo que en el fútbol, el respeto y la pasión van de la mano.
FIN.