Pedro y el Jardín del Respeto



Era un día radiante en el jardín de infantes. Los niños corrían y jugaban felices mientras la maestra, la seño Ali, les enseñaba sobre la importancia de compartir y respetar a los demás. Pero había un pequeño problemita: Pedro, un niño con mucha energía, no estaba de humor para aprender.

"¡Yo quiero jugar a la pelota!" - exclamó Pedro, empujando a su compañero Juan, que estaba armando torres de bloques.

"¡Ay! Pedro, eso no se hace" - dijo Juan, con tristeza en su voz.

Pedro no solo le había empujado, sino que al ver a su compañerito llorar, se sintió peor. En lugar de disculparse, decidió dar un paso más allá. Con un gesto impetuoso, le dio una patada al bloque que Juan había estado apilando. Los bloques cayeron al suelo, desparramándose por todas partes.

"¡Mirá lo que hiciste!" - gritó Juan, mientras recogía los bloques con lágrimas en los ojos.

La seño Ali observó desde un rincón, preocupada por el comportamiento de Pedro. Decidió actuar en lugar de ignorarlo. Se acercó a él y le dijo:

"Pedro, tengo que hablar con vos."

"¿Qué pasa, seño?" - respondió Pedro, tratando de parecer despreocupado.

"Lo que hiciste no estuvo bien. Cuando lastimamos a otros, en realidad, nos lastimamos a nosotros mismos. Vamos a dar un pequeño paseo al jardín y hablemos."

Pedro miró a su alrededor y vio que todos los niños estaban mirando, y eso lo incomodó un poco. Mientras caminaban juntas, la seño Ali le preguntó:

"¿Cómo te sentirías si alguien te hiciera lo mismo a vos?"

Pedro reflexionó por un momento, y lentamente respondió:

"No me gustaría, seño. Me haría sentir muy mal."

"Exactamente, querido. Todos tenemos sentimientos. Por eso, es importante ser amables y respetuosos con los demás. ¿Sabés que hay una manera divertida de resolver esto?"

Pedro levantó las cejas, curioso.

"¿Cómo, seño?"

"Podés disculparte con Juan. Y para demostrarle que realmente lo sentís, podrías jugar con él y ayudarlo a volver a armar los bloques."

Pedro se sintió un poco nervioso, pero decidió que quería intentarlo. Regresaron juntos al grupo, y Pedro se acercó a Juan:

"Juan, lo siento mucho. No debí empujarte ni patear tus bloques. ¿Te gustaría que armemos algo juntos ahora?"

Juan, que todavía estaba algo triste, miró a Pedro y, después de un momento, sonrió:

"Está bien, Pedro. ¡Vamos a hacerlo juntos!"

Los niños se sintieron aliviados y felices nuevamente mientras trabajaban en equipo. Pronto, Pedro se dio cuenta de que compartir y respetar a sus amigos era mucho más divertido que pelear. La seño Ali los miraba con una sonrisa, orgullosa de cómo Pedro y Juan habían superado el malentendido.

Esa tarde, mientras todos jugaban en paz, Pedro se dio cuenta de lo valioso que es tener amigos y de que, a veces, un simple perdón es todo lo que se necesita para sanar una herida.

"Gracias, seño Ali. Aprendí que es mejor ser amable que pelear" - dijo Pedro, mientras abrazaba a Juan.

"Y yo aprendí que los errores se pueden corregir" - agregó Juan, sonriendo.

Desde ese día, Pedro se convirtió en el mejor compañero, siempre buscando la manera de hacer sentir bien a los demás. Y en el jardín, la amistad y el respeto florecieron como hermosas flores en primavera.

FIN.

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