Pedro y el Valor de la Amistad
Había una vez un niño llamado Pedro que se iba a mudar con su familia y su perrita, Lucía. La noticia de la mudanza le había llegado como un vendaval; estaba muy triste porque se alejaba de sus amigos. El último día de clases antes de irse, Pedro llegó a la escuela con un nudo en la garganta.
"¿Por qué tienen que mudarse?" - preguntó su amigo Tomás, al verlo tan callado.
"Porque mi papá consiguió un nuevo trabajo en otra ciudad..." - suspiró Pedro.
"Eso no es justo, siempre hemos estado juntos" - replicó Tomás.
Pedro trató de sonreír, pero sentía que todo se desvanecía. Al día siguiente, fue a la escuela con la sensación de que sería un día difícil.
Cuando entró al aula, su corazón latió con más fuerza. Juana, una chica de su curso, le sonrió al verlo. Pedro siempre había sentido algo especial por ella, pero jamás se había atrevido a decírselo.
"Hola, Pedro. ¿Cómo estás?" - preguntó Juana, inocentemente.
"Hola... no tan bien, la verdad. Me mudo y no sé qué hacer sin mis amigos..." - respondió, sintiendo que se le llenaban los ojos de lágrimas.
"¿Por qué no hacemos una despedida? Podemos invitar a todos y hacer una fiesta en tu casa" - sugirió Juana, animándose.
Pedro se iluminó al escucharla.
"Sí, eso podría ser genial. Pero, ¿y si no quieren venir?" - dijo con un poco de duda.
"No te preocupes, yo los invitaré. ¡Haré que vengan!" - exclamó Juana con certeza.
Así, Pedro comenzó a notar que quizás no todo estaba perdido. Juana se encargó de organizar la despedida, y al final, llegaron todos sus amigos, incluso aquellos con los que no había hablado tanto. La casa de Pedro se llenó de risas, juegos y recuerdos.
Durante la fiesta, Pedro no dejó de observar a Juana. En un momento, ella se le acercó.
"Pedro, ¿cuál es tu recuerdo favorito de todos nosotros?" - le preguntó.
"Cuando jugamos a la pelota en el parque y me hiciste reír tanto que casi me caigo de la risa..." - recordó Pedro.
"A mí me encanta cuando hicimos la construcción de bloques en clase, fue muy divertido ver cómo todos teníamos ideas distintas. " - rió Juana.
Y en ese instante, Pedro se dio cuenta de lo valiosa que era su amistad.
"Juana, quiero que sepas que aunque me mude, siempre te llevaré en mi corazón." - le confesó.
"Yo también, Pedro. Y prometo que te visitaré. ¡Siempre serás mi amigo, sin importar la distancia!" - dijo ella con una sonrisa.
La despedida pasó entre abrazos y promesas de contacto. Pedro aprendió que aunque la vida lo llevara a nuevas aventuras, las amistades verdaderas siempre perduran. Al llegar a su nueva casa, con Lucía corriendo a su lado, Pedro se sintió emocionado por lo que vendría y por las amistades que aún podría cultivar.
Esa noche, mirando por la ventana de su nuevo cuarto, pensó en lo agradecido que estaba por haber tenido a Juana y a todos sus amigos.
"Esto no es un adiós definitivo... es solo el comienzo de algo nuevo" - se dijo a sí mismo, sintiéndose listo para más.
FIN.