Pedro y la valentía nocturna



Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Esperanza, un niño llamado Pedro.

Pedro era un niño muy valiente durante el día, pero cuando llegaba la noche, los monstruos del castillo, las brujas y los lobos que habitaban en sus sueños lo llenaban de miedo. Una noche, Pedro se despertó sobresaltado al ver sombras extrañas en su habitación. Se tapó con las sábanas y cerró los ojos con fuerza, esperando que desaparecieran.

Pero las sombras parecían acercarse más y más a él. Pedro sintió tanto miedo que empezó a tirar todo lo que tenía en la cama al suelo, intentando espantar a esas criaturas de la oscuridad.

Su mamá entró corriendo al cuarto al escuchar el ruido y encontró a Pedro temblando de miedo. Lo abrazó fuerte y le dijo con voz suave: "Tranquilo mi amor, no hay nada que temer. Esas sombras son solo producto de tu imaginación".

Pedro se secó las lágrimas y miró a su mamá con ojos asustados: "Pero mamá, ¡son tan reales! ¿Y si me hacen daño?". Su mamá le acarició el cabello y le explicó: "Pedrito querido, todos tenemos miedos pero debemos aprender a enfrentarlos.

Los monstruos del castillo, las brujas y los lobos solo existen en tu mente. Tienes el poder de vencerlos". Pedro se quedó pensativo por un momento.

Recordó todas las veces que había sido valiente durante el día: cuando ayudaba a sus amigos en la escuela o cuando cuidaba de su mascota sin temor alguno. Decidió tomar valor y enfrentar sus miedos esa misma noche.

Se levantó de la cama lentamente, encendió una luz tenue y observó cada rincón de su habitación. No había monstruos del castillo ni brujas acechándolo; solo juguetes regados por el piso. "¡Mamá! ¡No hay nada aquí! Creo que puedo vencer mis miedos", exclamó Pedro emocionado.

Su mamá sonrió orgullosa y le dio un beso en la frente: "Así se hace, mi valiente Pedrito. Recuerda siempre que la valentía no es no tener miedo, sino enfrentarlo incluso cuando parece abrumador".

Desde esa noche, Pedro aprendió a controlar sus temores nocturnos recordando siempre las palabras sabias de su mamá. Ya no veía sombras amenazantes en cada rincón oscuro ni sentía terror ante los cuentos de terror; ahora sabía que él tenía el poder para superar cualquier obstáculo.

FIN.

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