Pedro y los Crayones Mágicos



Había una vez un niño llamado Pedro que vivía en un pequeño pueblo rodeado de árboles y flores. Pedro era un apasionado de las matemáticas y disfrutaba resolviendo sumas y restas. Pero había algo más que lo hacía feliz: sus crayones mágicos.

Un día soleado, Pedro decidió salir a jugar al jardín. Llevó consigo su caja de crayones, cada uno de un color vibrante. "Hoy voy a dibujar el jardín más hermoso del mundo"-, pensó mientras se sentaba en el césped.

Pedro comenzó a trazar flores de todos los colores y un enorme sol brillante en el cielo. Sin embargo, algo inesperado ocurrió: ¡los crayones empezaron a brillar!"¿Qué está pasando?"-, se preguntó Pedro, asombrado.

De repente, un pequeño hada apareció ante él. "Hola, Pedro. Soy Clara, el hada de los colores. Tus crayones son mágicos y cada vez que dibujas, puedes hacer que tus creaciones cobren vida. Pero debes usarlos sabiamente"-, explicó el hada.

Los ojos de Pedro brillaron de emoción. "¡Eso es increíble!"-, exclamó. "¿Puedo dibujar cualquier cosa?"-

"Sí, pero recuerda que todo lo que dibujes debe tener un propósito, y lo más importante, debes aprender a sumar y restar para que tus dibujos tengan sentido"-, dijo Clara.

Pedro, entusiasmado, comenzó a hacer su primer dibujo: un árbol de manzanas. Al terminar, el árbol cobró vida y empezó a dar frutos. "¡Mirá, Clara! ¡Está dando manzanas!"-

"¡Muy bien, Pedro! Ahora, si cosechas tres manzanas y comes una, ¿cuántas te quedan?"-, preguntó el hada.

"Dos manzanas"-, respondió Pedro con una sonrisa.

Siguió dibujando y cada creación traía consigo una lección de matemáticas. Un día dibujó un hermoso arroyo y, al hacerlo, el hada le pidió que contara cuántos peces había en el agua. "Si hay cinco peces y uno se va nadando, ¿cuántos quedan?"-

Pedro se esforzó y después de unas breves sumas y restas llegó a la respuesta. "Cuatro peces"-, dijo emocionado.

Las aventuras continuaron y cada vez que Pedro resolvía un problema, sus dibujos se volvían más impresionantes. Un día, han llegado otros niños del barrio.

"¡Qué lindo todo! ¿Puedo unirme?"- preguntó Sofía, una amiga de Pedro.

"Claro, vení, ¡tenemos crayones mágicos!"- respondió Pedro con entusiasmo.

Clara, el hada, sonrió al ver que más niños se unían. "Recuerden que todos juntos pueden aprender más y ayudarse en las sumas y restas"-.

Los niños compartieron los crayones y empezaron a crear un mundo lleno de aventuras. Un barco de papel, un tren de colores, y un castillo. Pero mientras más dibujaban, más problemas matemáticos surgían.

"¿Cuántas ventanas dibujamos en total si yo hice seis y Sofía hizo cuatro?"- preguntó Pedro.

"Ocho ventanas, ¡como un rompecabezas!"-, gritó Sofía.

Pero de repente, se dieron cuenta de que el hada Clara había desaparecido y sin ella, los crayones no brillaban.

"¡No! ¡Teníamos que recordar usar los crayones con sabiduría!"-, se lamentó Pedro.

Los niños comenzaron a preocuparse, pero entonces Pedro tuvo una idea. "Si resolvemos un problema juntos, quizás Clara vuelva. Vamos a crear algo grande, algo que necesite muchas sumas y restas"-.

Trabajaron juntos, dibujando un enorme mural en el jardín, con diferentes animales, plantas y un sol radiante. Mientras dibujaban, se ayudaban mutuamente a sumar y restar, y a lo largo de su esfuerzo, el brillo comenzó a regresar a los crayones.

Al terminar, Clara apareció de nuevo. "Lo han logrado. ¡Han trabajado en equipo! Entendieron que la amistad y la educación son clave para la magia."-

Los niños aplaudieron y se abrazaron. "¡Gracias, Clara! ¡Ahora sabemos usar los crayones para aprender y divertirnos!"-

Desde ese día, Pedro y sus amigos usaron los crayones mágicos para crear un jardín lleno de vida y matemáticas, aprendiendo a sumar, restar y trabajar juntos, siempre disfrutando de las aventuras que los colores les traían.

FIN.

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