Pedro y su guitarra viajera
Había una vez en un pequeño pueblo de Argentina, un niño llamado Pedro. Desde muy chico, Pedro demostró un amor inmenso por la música.
Cada vez que escuchaba una canción, su carita se iluminaba y sus pies no podían evitar moverse al ritmo de la melodía. Los sonidos del piano, la batería, el violín, pero sobre todo, la guitarra, eran su felicidad.
Pedro soñaba con convertirse en un gran músico y viajar por el mundo llevando alegría a través de sus canciones. Sus padres siempre lo apoyaron en su pasión, animándolo a seguir su sueño. Un día especial, Pedro cumplió 8 años y sus padres le prepararon una sorpresa.
Al abrir el regalo, sus ojitos brillaron al ver una hermosa guitarra brillante. Pedro abrazó la guitarra con emoción y prometió cuidarla con todo su amor. Desde ese día, Pedro no se separaba de su guitarra. Todos los días practicaba, aprendiendo nuevas canciones y afinando su talento.
Un verano, en el festival local, Pedro se animó a tocar frente a una multitud. Al principio, sus manos temblaban, pero cuando empezó a tocar, su corazón se llenó de alegría al ver la sonrisa de la gente.
A medida que tocaba, la gente aplaudía y tarareaba la melodía. Pedro estaba radiante. Después del festival, un señor mayor se acercó a Pedro emocionado y le dijo: 'Tienes un don mágico para la música, Pedro. Deberías llevar tus canciones a todos los rincones del mundo'.
Aquellas palabras se quedaron grabadas en el corazón de Pedro. Decidió que su guitarra se convertiría en su pasaporte para cumplir su sueño.
Así, Pedro comenzó a ahorrar cada peso que recibía y a convencer a sus padres de su deseo de viajar. Al cumplir los 18 años, Pedro tenía todo listo para emprender su aventura.
Con su guitarra al hombro y un pasaje de avión en la mano, se despidió de su familia y amigos, secándose las lágrimas de emoción. Su viaje había comenzado. Pedro recorrió ciudades, tocó en plazas, calles, bares y teatros. Con su música, logró cautivar corazones de todas las edades y culturas. Con cada canción, su amor por la música crecía más y más.
Cuando cumplió 30 años, regresó a su pueblo natal. Allí, organizó un concierto para todos sus seres queridos, interpretando canciones que había compuesto durante sus viajes.
Al finalizar el concierto, Pedro miró a su alrededor y vio los rostros emocionados y orgullosos de su familia, sus amigos y su comunidad. Comprendió que había logrado cumplir su sueño de llevar alegría a través de su música.
Pedro comprendió que, a pesar de haber recorrido el mundo, su verdadero tesoro siempre estaría en su hogar, junto a quienes lo amaban. Desde entonces, Pedro siguió compartiendo su música con el mundo, pero siempre volvía a su hogar para regar las raíces que lo hicieron crecer.
Y así, Pedro demostró que con amor, perseverancia y pasión, los sueños pueden convertirse en maravillosas realidades.
FIN.