Pegaso, el patinador amigo
Había una vez un caballo llamado Pegaso que vivía en un hermoso prado rodeado de árboles frondosos y flores multicolores.
Pegaso era muy feliz corriendo por el campo y saltando obstáculos, pero siempre había algo que le llamaba la atención: los niños del pueblo patinaban sobre ruedas. Cada vez que veía a los niños patinar, Pegaso se quedaba mirándolos fijamente con una gran curiosidad.
Quería saber cómo se sentían al deslizarse tan rápido sobre las ruedas y hacer piruetas en el aire. Un día, mientras estaba pastando cerca del parque donde los niños patinaban, escuchó a uno de ellos decir: "¡Ojalá pudiéramos tener un caballo para jugar al polo!".
Ese comentario hizo que Pegaso tuviera una idea brillante: si aprendía a patinar sobre ruedas, podría ser el mejor compañero de juego para esos niños. Pegaso comenzó su entrenamiento rodando unas piedras con sus patas traseras.
Al principio fue difícil equilibrarse, pero poco a poco fue mejorando su técnica. Pasaron semanas y logró avanzar más rápidamente hasta poder mantenerse en dos patas. Un día, mientras practicaba sus movimientos, apareció una mariposa revoloteando alrededor de él.
Sin darse cuenta de lo que hacía, Pegaso dio un salto hacia ella y empezó a girar en el aire como si estuviera haciendo piruetas sobre sus patines imaginarios.
Fue entonces cuando descubrió su verdadero talento: ¡era un prodigio del patinaje sobre ruedas! Pegaso estaba emocionado por mostrarle a los niños sus habilidades. Se acercó al parque y se colocó sus patines improvisados, que eran unas tablas de madera atadas con cuerdas a sus patas traseras.
Los niños lo vieron y se sorprendieron al verlo patinar tan bien. -¡Miren ese caballo! -exclamó uno de ellos-. ¡Es un prodigio del patinaje! -¿Quieren jugar conmigo? -preguntó Pegaso emocionado. Los niños no podían creer que estaban jugando al polo sobre ruedas con un caballo, pero se divirtieron muchísimo.
Pegaso era el mejor jugador, nunca dejaba pasar una oportunidad para anotar un punto. Después de ese día, Pegaso se convirtió en el mejor amigo de los niños del pueblo.
Todos los días iba al parque para jugar y divertirse juntos. Y así fue como descubrió su verdadero talento: no solo era un gran corredor, sino también un experto en patinaje sobre ruedas.
Desde entonces, los niños cambiaron su juego favorito a "patín-polo" y siempre recordarán a Pegaso como el caballo más divertido e increíble que hayan conocido jamás.
FIN.