Pelayo y la magia de ayudar


En un pequeño pueblo llamado Villa Feliz vivía un niño llamado Pelayo, un niño alegre y curioso al que le encantaba ir a la escuela.

Desde muy temprano se levantaba emocionado por aprender cosas nuevas, jugar con sus amigos y descubrir el mundo que lo rodeaba. Un día, la maestra de Pelayo propuso hacer una obra de teatro para el festival escolar. A Pelayo le brillaron los ojos de emoción al escuchar la noticia.

Él adoraba disfrazarse y actuar, así que no podía esperar para empezar los ensayos. "¡Qué divertido será!", exclamó Pelayo emocionado. Durante las semanas siguientes, Pelayo practicó mucho con sus amigos.

Daban saltos, corrían de un lado a otro e incluso hacían volteretas en el patio del colegio. Todos reían y disfrutaban juntos preparando la obra. Una tarde, mientras amasaban galletitas para vender en la feria solidaria del colegio, Pelayo tuvo una idea brillante.

"¿Y si hacemos una venta especial con nuestras obras de arte? Podríamos ayudar a más personas", sugirió entusiasmado. Todos estuvieron de acuerdo y se pusieron manos a la obra. Crearon coloridos dibujos y pinturas que llenaron de alegría el salón de clases.

La venta fue todo un éxito y lograron recaudar fondos para ayudar a niños necesitados del pueblo. Pero eso no era todo.

En otra ocasión, Pelayo llevó cuentos que él mismo había escrito para compartir con sus compañeros durante la hora del cuento en clase. Su creatividad inspiró a todos y despertó su interés por la lectura y la escritura. Además, Pelayo era tan responsable que la maestra lo nombró encargado de repartir las meriendas entre sus compañeros.

Él lo hacía con tanto cuidado y cariño que todos esperaban ansiosos su turno cuando llegaba el momento del recreo. Un día, durante una excursión al zoológico, Pelayo demostró lo sensible que era hacia los animales.

Se acercaba a cada jaula con respeto y admiración, observando a cada criatura como si fuera única. Los cuidadores quedaron impresionados por su amor hacia los animales.

Al regresar al colegio, organizaron una campaña para concientizar sobre el respeto hacia los seres vivos y lograron recolectar alimentos para donar al refugio local de animales abandonados. Pelayo demostró que se puede ser feliz haciendo lo que nos gusta y ayudando a los demás.

Su pasión por aprender, crear arte, cuidar de sus amigos y amar a los animales inspiró a todos en Villa Feliz a ser mejores personas cada día.

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