Pelu y los Viajes Mágicos en el Metro



Era un día cualquiera en el metro de Santiago. Los pasajeros subían y bajaban, apurados por llegar a sus destinos. Sin embargo, entre los pies de la gente, había un pequeño héroe que pasaba desapercibido: Pelu, el último de los pelusitas.

Pelu no era una simple bola de pelo. Era un ser mágico que podía hacer realidad los deseos de aquellos que lo conocían. Su misión, sin embargo, no era ser un juguete, sino ayudar a quienes lo encontraban en su camino.

Un día, mientras Pelu giraba entre las zapatillas de los pasajeros, conoció a Gio, un niño que viajaba con su madre, Chabela. Gio miraba por la ventana del tren, un poco triste porque nadie parecía notar su presencia.

-Gio, ¿por qué luces tan apagado? -le preguntó Chabela, notando su melancolía.

-No sé, mamá. Siento que nunca puedo hacer que los demás me vean o me escuchen. -respondió el niño con un suspiro.

En ese mismo instante, Pelu se acercó volando.

-Hola, Gio. No estás solo aquí. Todos a veces sentimos que no importamos. Pero hay algo especial en ti. -dijo Pelu con una voz suave como la lana.

-¿De verdad? -preguntó Gio, con los ojos abiertos como platos.

-Sí, de veras. ¿Qué desearías que sucediera? -insinuó Pelu.

Gio pensó un momento y dijo:

-Desearía poder hacer que todos mis amigos se diviertan y aprendan juntos, aunque sea un lugar pequeño como este metro.

-Pues, ¡eso haremos! -exclamó Pelu.

En un abrir y cerrar de ojos, el metro se transformó. Las luces parpadeaban y comenzaron a salir colores brillantes de cada lado. Los pasajeros se quedaron maravillados, riendo y creando un ambiente de fiesta.

Gio miraba todo asombrado.

-Pelu, ¿cómo hiciste esto?

-Gio, la magia está en el corazón. Cuando quieres compartir alegría, lo puedes lograr. -respondió Pelu mientras giraba en círculos.

Y así, durante el trayecto, Gio y Pelu comenzaron a contar historias.

-Gio, cuéntame sobre tus sueños. -dijo Pelu.

Y Gio, emocionado, empezó a hablar sobre su amor por el dibujo y cómo quería compartir sus dibujos con todos los amigos del colegio.

-Pelu, quiero que mis dibujos alegren las caras de mis compañeros.- le confesó.

-Así será. ¡Vamos a crear un mundo donde todos se sientan felices! -dijo Pelu, volando junto a Gio mientras los colores seguían iluminando el metro.

Los pasajeros comenzaron a unirse. Un grupo de niños formó un círculo y empezaron a dibujar un gran mural mientras los adultos se sumaban a juegos. La música y la risa llenaron el lugar, convirtiendo un viaje rutinario en una fiesta inolvidable.

Pero, de repente, llegó la parada de Chabela.

-Mamá, no quiero que esto termine. -dijo Gio con tristeza.

Calmándole, Chabela respondió:

-Gio, siempre podrás llevar esta magia contigo en tu corazón. La alegría que compartiste aquí nunca se perderá.

Y justo cuando Chabela y Gio se disponían a bajarse, Pelu, que había sentido la tristeza de Gio, hizo un último gesto.

-No te preocupes, aquí estaré cada vez que necesiten un poco de magia. ¡Recuerden siempre compartir su alegría! -dijo, abriéndose un pequeño camino en los pies de los pasajeros y despidiéndose con un destello de luz.

Gio salió del metro, con una gran sonrisa y una idea en mente. -Mamá, ¡voy a crear un club de dibujo en la escuela y compartir mis dibujos con todos! -anunció entusiasmado.

Y Chabela, orgullosa de su hijo, le abrazó y le dijo:

-¡Esa es la actitud, Gio! La magia vive en ti y en lo que deseas compartir con los demás.

Desde ese día, Gio nunca dejó de buscar a Pelu en cada viaje en metro. Cada vez que lo veía, sabía que tenía el poder de hacer feliz a quien lo rodeaba, porque la verdadera magia no provenía de Pelu, sino del corazón de aquellos que deseaban compartir su alegría y creatividad.

Y así, entre risas y historias compartidas, Pelu continuó viajando en el metro de Santiago, dejando un poco de su magia en cada niño que se atrevía a soñar.

FIN.

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