Pelusa y la lección de seguridad



Había una vez un gato llamado Pelusa, que vivía en una pequeña casa con su dueña, Martina. Pelusa era un gato muy travieso y curioso, siempre estaba en busca de aventuras y travesuras.

Una tarde, mientras Martina estaba cocinando en la cocina, Pelusa se acercó maullando con hambre. El olor del guiso que Martina preparaba lo hacía salivar. "¡Miau! ¡Miau!" -maullaba Pelusa mientras frotaba su cabeza contra las piernas de Martina.

Martina se agachó y acarició a Pelusa. "Tranquilo, Pelusa, ya casi está listo el almuerzo", le dijo con cariño. Pero Pelusa no podía esperar más. Con un rápido movimiento, saltó a la mesada de la cocina y empezó a investigar los platos calientes.

"¡Pelusa! ¡Fuera de ahí!" -exclamó Martina intentando sacarlo de allí. Pero el gato estaba decidido a conseguir algo para comer. Mientras caminaba por la mesada resbaló y cayó sobre una olla caliente, quemándose una patita.

"¡Miaaaau!" -gritó Pelusa dolorido mientras corría asustado por la cocina. Martina rápidamente lo tomó en brazos y lo llevó al veterinario. Afortunadamente, las quemaduras no eran graves y pronto Pelusa estaría recuperado.

Durante los días siguientes, Martina cuidaba con esmero a su mascota hasta que estuvo completamente sano. Pero algo había cambiado en Pelusa; ya no era tan travieso como antes. Había aprendido la lección de que no debía meterse donde no correspondía.

Con el tiempo, Pelusa volvió a ser el mismo gato feliz y juguetón de siempre. Y aunque seguía teniendo mucha hambre todo el tiempo, aprendió a esperar pacientemente su comida sin meterse en problemas en la cocina.

Desde ese día, cada vez que pasaban cerca de la cocina oían un ligero rasguño en la puerta: era el recordatorio constante de aquel incidente que les enseñó una importante lección sobre seguridad y paciencia.

Y así fue como Pelusita dejó atrás sus travesuras culinarias para convertirse en un gato más responsable y cuidadoso junto a su amada dueña Martina. Juntos disfrutaban de largas siestas al sol y juegos divertidos por las tardes en su hogar lleno de amor y complicidad.

FIN.

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