Pepe Aprende Sobre el Respeto



Era una vez en un pequeño pueblo llamado Alegreton, donde vivía un niño llamado Pepe. A Pepe le encantaba jugar con sus amigos, pero a menudo se olvidaba de ser respetuoso con los demás. Un día, mientras corría hacia el parque, vio a su amiga Lila sentada sola en un banco, con cara de tristeza.

"¿Por qué estás tan triste, Lila?" - le preguntó Pepe, curioso.

"Nadie quiere jugar conmigo porque siempre les grito cuando no me gusta cómo juegan" - respondió Lila, con la mirada baja.

Pepe se rió y dijo: "¿A quién le importa eso? ¡El juego es para divertirse!"

Sin embargo, algo en la forma en que Lila lo miró le hizo sentir un poco mal. Pepe decidió que ese día iría a jugar con sus amigos, pero en el camino se encontró con Don Gato, el amable gato del barrio que siempre estaba dispuesto a escuchar a los niños.

"Hola, Pepe. ¿A dónde vas tan apurado?" - preguntó Don Gato con su suave voz.

"Voy a jugar al parque, Don Gato!" - dijo Pepe emocionado.

"¿Sabes? Hay algo importante que debes recordar cuando juegues: el respeto hacia los demás. Es fundamental."

Pepe lo miró con interés. "¿Respeto? ¿Y eso qué es?"

"El respeto es tratar a los demás como te gustaría que te traten a vos. Es escuchar y valorar lo que los otros tienen para decir. A veces, un simple gesto puede hacer una gran diferencia" - explicó Don Gato.

Pepe frunció el ceño, pensativo. "Pero yo sólo quiero jugar."

"Sí, pero si no escuchás a tus amigos, entonces no se van a divertir. Andá, pensalo cuando juegues. ¡Suerte!" - dijo Don Gato, mientras se acomodaba en el sol para tomar una siesta.

Pepe corrió hacia el parque y, mientras jugaba al fútbol con sus amigos, recordó las palabras de Don Gato. Cuando Pedro, su amigo, falló un gol, Pepe fue a gritarle.

"¡Pedro, sos un desastre!" - exclamó, pero antes de que pudiera terminar, se acordó de lo que había aprendido.

"Espero que podás hacerlo mejor la próxima vez, Pedro" - dijo en vez de eso, tratando de sonar amable.

Pedro se sorprendió y sonrió. "Gracias, Pepe. A veces, me pongo nervioso y juego mal."

Entonces, Lila vino a unirse y, cuando Pepe la vio sonreír, se sintió muy feliz. Pronto, otros niños comenzaron a jugar, y en vez de criticar, Pepes empezó a alentarlos.

"¡Vamos! ¡Pueden hacerlo!" - gritaba, y los demás se unieron a sus palabras de apoyo. Todos se sintieron más animados.

De repente, pasó algo inesperado. Dos nuevos niños llegaron al parque. Se veían tímidos, y uno de ellos parecía no querer jugar. Pepe se acordó en ese momento que había estado en esa situación.

"¡Hola!" - gritó Pepe, acercándose a ellos. "¿Quieren jugar con nosotros?"

Los niños lo miraron sorprendidos.

"¿De verdad?" - preguntó una de las niñas, sonriendo.

"¡Claro! Cuantos más seamos, mejor!" - dijo Pepe con entusiasmo.

Los nuevos niños se unieron al grupo, y el juego se volvió aún más divertido. Al final de la tarde, todos estaban cansados pero felices. Cuando se despidieron, Lila se acercó a Pepe.

"Gracias, Pepe. Cuando jugás bien, todos disfrutamos más, y a mí me gusta jugar con vos."

Pepe sonrió y se sintió muy orgulloso de sí mismo. "Creo que estoy empezando a entender lo que es el respeto. Agradezco que me lo hayas recordado, Lila."

De regreso a casa, cruzó caminos con Don Gato.

"¡Hola, Pepe! ¿Cómo te fue?" - preguntó el gato, estirándose perezosamente.

"¡Muy bien, Don Gato! Aprendí que el respeto no solo se trata de ser amable, sino de hacer que todos se sientan incluidos y felices" - contestó Pepe con alegría.

Don Gato sonrió, orgulloso de Pepe. "Así es, pequeño. Siempre recordá que el respeto hace la vida más hermosa."

Y así, Pepe aprendió una valiosa lección sobre el respeto, y cada vez que jugaba, se aseguraba de que todos se sintieran bienvenidos. Así, Alegreton se convirtió en un lugar aún más alegre, gracias a un niño que decidió ser respetuoso.

Fin.

FIN.

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