Pepe, el erizo valiente
En un hermoso bosque lleno de árboles altos y flores de colores, vivía un pequeño erizo llamado Pepe. Pepe era diferente a los demás animales: tenía un cuerpo cubierto de espinas y caminaba con su suave pasito, mientras que los conejos tenían suaves pelajes y las ardillas eran rápidas y juguetonas.
Desafortunadamente, la diferencia de Pepe lo convertía en el blanco de las burlas de los otros animales.
"¡Mirá ese erizo! No puede jugar como nosotros!" - se burlaba una ardilla saltona.
"¡Sí! Siempre está solo, con sus espinas!" - reía un conejito travieso.
Pepe se sentía triste. Él quería jugar, correr y saltar como todos los demás, pero cada vez que se acercaba, lo ignoraban o se alejaban de él.
Un día, mientras Pepe paseaba por el bosque, notó que el cielo se oscurecía. Las nubes comenzaron a reunirse y, de repente, comenzó a llover con fuerza. Los conejos y las ardillas, que estaban jugando en un claro, se miraron nerviosos.
"¡Rápido! ¡Busquemos refugio!" - gritó un conejito mientras corría en dirección a unas hojas grandes.
"No, ahí no, ¡nos mojará más!" - protestó una ardilla que saltaba de un lado a otro.
Mientras tanto, Pepe observaba desde un arbusto. Aunque su corazón latía rápido por la preocupación, no podía dejar de ver cómo los animales corrían sin rumbo.
Finalmente, Pepe tomó una decisión valiente. "¡Debo ayudarles!" pensó.
Sin pensarlo dos veces, Pepe salió de su escondite y corrió hacia donde estaban los conejitos y las ardillas.
"¡Chicos! ¡Síganme! Yo tengo un refugio seguro" - gritó Pepe con todas sus fuerzas.
Los conejos y ardillas se detuvieron sorprendidos.
"¿Tú, ayudarnos?" - preguntó una ardilla en estado de choque.
"Sí, aléjense de la lluvia! Denme la mano y vengan conmigo" - insistió Pepe.
A pesar de sus dudas, los animales lo siguieron. A su paso, descubrieron que Pepe tenía una pequeña cueva protegida por unas enormes rocas, donde estaban secos y a salvo.
"¡Vaya! ¡Esto es muy cómodo!" - dijo un conejito mientras se sacudía el agua.
"Gracias, Pepe. No sabía que tenías un lugar así" - murmuró una ardilla mientras se acomodaba.
A medida que la tormenta pasaba, los animales comenzaron a observar a Pepe con nuevos ojos. Se dieron cuenta de que, aunque era diferente, tenía algo especial: su valentía y su deseo de ayudar.
"Siento mucho haberte ignorado y molestado, Pepe. No debimos burlarnos de ti" - dijo un conejito, lleno de sinceridad.
"Sí, te agradecemos por abrirnos tu refugio" - añadió la ardilla.
Pepe sonrió, y sintió que su corazón se llenaba de alegría.
"No hay problema. Todos somos diferentes, y eso nos hace únicos. Juntos podemos jugar y ayudarnos" - respondió Pepe con una calidez en su voz.
Cuando la lluvia finalmente se detuvo, los animales decidieron volver al claro que ahora estaba lleno de charcos y arcoíris.
Desde ese día, los conejitos y ardillas empezaron a incluir a Pepe en sus juegos. No solo se dieron cuenta de que, aunque era diferente, era un gran amigo, sino que también aprendieron que la amistad puede encontrarse en los lugares más inesperados.
Y así, en el bosque, Pepe, el erizo valiente, se convirtió en el héroe del día, demostrando que ser diferente no solo es especial, sino que también puede ser una gran fuerza que une a todos.
FIN.