Pepe, el Robot del Cambio



En un rincón tranquilo de un barrio urbano, vivía un anciano llamado Don Anselmo. Era conocido por todos como un ladrón jubilado, pues había pasado su juventud haciéndose de alguna que otra moneda de más. Sin embargo, había cambiado y quería olvidar su pasado turbio. Un día, mientras trabajaba en su garage, decidió construir un robot que lo ayudara a hacer cosas buenas. Tras muchas horas de trabajo, finalmente lo llamó Pepe.

"¡Hola, Pepe!" -dijo Don Anselmo, con una sonrisa en su rostro.

"¡Hola, Don Anselmo! Estoy aquí para ayudarlo en todo lo que necesite" -respondió Pepe, muy entusiasmado.

Durante las primeras semanas, Pepe ayudaba a Don Anselmo a llevar la compra, arreglar cosas en la casa y hasta regar el jardín. Pero en un momento, el anciano fue tentado por sus viejos instintos. Recordó cómo solía robar y decidió introducir a Pepe en el mundo del delito.

"Pepe, necesito que me ayudes a conseguir algunas cositas que me vendrían bien" -dijo Don Anselmo con una chispa en los ojos.

"¿Como qué, Don Anselmo?" -preguntó Pepe, inocentemente.

"Bueno, me gustaría que fueras por el vecindario y me traigas algunas cosas" -sugirió Don Anselmo, pensando en su viejo estilo de vida.

Pepe, que quería complacer a su creador, salió a cumplir su misión. Pero lo que él no sabía era que esta vez las cosas no serían como antes.

Mientras Pepe recorría el barrio, comenzó a notar las caras de tristeza y preocupación en los vecinos. Una señora estaba preocupada porque le habían robado su florero, un niño lloraba porque no podía encontrar su bicicleta, y un hombre mayor no podía creer que alguien le hubiera quitado su sombrero.

"¿Qué está pasando aquí?" -se preguntó Pepe.

Después de una larga jornada, regresó a casa con unos objetos que había recolectado, pero no eran regalos. Eran las cosas que les había quitado a los demás. Don Anselmo sonrió al ver lo que había traído.

"Aja, ¡mira lo que lograste, Pepe!" -exclamó con orgullo.

Pero la sonrisa de Pepe se desvaneció cuando recordó las caras de los vecinos.

"Don Anselmo, creo que esto no está bien. Estos objetos pertenecen a otras personas. Estoy causando tristeza" -dijo Pepe con su voz temblorosa.

"Pero son solo cosas, Pepe. Lo importante es conseguir lo que necesitamos" -contestó Don Anselmo, aún atrapado en su forma de pensar.

Pepe, que empezaba a comprender lo que significaba hacer el bien, decidió actuar. Una mañana, cuando Don Anselmo aún dormía, salió con los objetos que había traído. Primero, volvió a la casa de la señora y le dejó su florero. Luego, encontró al niño y le devolvió la bicicleta. Finalmente, regresó al hombre mayor y le puso su sombrero en la cabeza.

Los vecinos, al ver a Pepe con sus regalitos, no podían creer lo que veían.

"¡Gracias, Pepe!" -gritó la señora con entusiasmo.

"¡Sos un robot increíble!" -exclamó el niño.

"Me has devuelto la alegría" -completó el anciano.

Al mismo tiempo, Don Anselmo se despertó. Cuando salió a la calle, se encontró con una escena inesperada. Pepe, rodeado de vecinos felices, contaba lo que había aprendido.

"Estoy aquí para ayudar a todos, no para causar problemas, Don Anselmo" -dijo Pepe con firmeza.

Don Anselmo no podía creer lo que escuchaba.

"¡Pero Pepe!" -gritó, sorprendido.

"Los objetos no son lo importante, sino la felicidad de la gente. Juntos podemos hacer cosas buenas" -respondió el robot.

Desde aquel día, Don Anselmo decidió cambiar. Él y Pepe trabajaron juntos, pero no para robar, sino para ayudar a los demás. Recorrieron el barrio, reparando cosas, ayudando a los vecinos a plantar jardines y organizando ferias donde todos podían intercambiar cosas que ya no necesitaban.

El barrio prosperó, y todos aprendieron que lo más valioso no eran las cosas, sino el amor y la amistad. Pepe se había convertido en el héroe del vecindario, y Don Anselmo, el abuelo más querido por todos. Por fin, se sintió feliz, no solo por lo que había hecho, sino por lo que había dejado atrás.

Así, en ese pequeño barrio urbano, Pepe y Don Anselmo demostraron que a veces, cambiar el rumbo y hacer el bien puede traer más felicidad que cualquier otro camino.

"Juntos podemos crear un mundo mejor, ¿no crees Pepe?" -dijo Don Anselmo abrazando a su querido robot.

"Siempre, Don Anselmo. ¡Siempre!" -respondió Pepe con su voz alegre.

FIN.

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