Pepe Elías y el Viaje a la Aventura
En una pequeña ciudad de Argentina, vivía un niño llamado Pepe Elías Mateos. Tenía una gran curiosidad por el mundo que lo rodeaba, y siempre soñaba con vivir aventuras emocionantes. Un día, mientras caminaba por el parque, se encontró con un mapa antiguo tirado en el suelo.
"¡Mirá lo que encontré!" - exclamó Pepe, sosteniendo el mapa en alto.
Su mejor amiga, Ana, se acercó rápidamente.
"¿Qué es eso?" - preguntó Ana, con los ojos brillantes de emoción.
"No lo sé, pero parece un mapa del tesoro. Dice que está escondido en el Bosque Mágico, donde viven criaturas fantásticas" - respondió Pepe, emocionado.
Ambos amigos decidieron emprender una aventura para encontrar el tesoro. Prepararon una mochila llena de provisiones y un par de linternas por si el bosque se oscurecía. Al llegar al Bosque Mágico, se dieron cuenta de que era aún más asombroso de lo que habían imaginado.
Las árboles eran altos y sus hojas brillaban en diferentes colores.
"Esto es increíble, Pepe!" - dijo Ana, mirando hacia arriba.
De repente, escucharon un ruido extraño detrás de un arbusto. Asustados, se acercaron despacio y, para su sorpresa, encontraron a un pequeño duende llamado Tico.
"¡Hola! No se asusten, soy Tico y vivo aquí" - dijo el duende mientras sonreía ampliamente.
Pepe y Ana, aunque un poco sorprendidos, se alegraron de conocer a Tico.
"Estamos buscando un tesoro. ¿Sabes algo al respecto?" - preguntó Pepe.
"Claro, pero el camino no es fácil. Tendrán que resolver tres acertijos para llegar a él" - explicó Tico, con un guiño misterioso.
Intrigados, los amigos aceptaron el desafío. El primer acertijo decía:
“No es un río, pero lleva agua,
no es canto, pero hace música,
y al girar, me vuelvo más sabroso.
¿Qué soy? ”
"¡Una rueda de queso!" - gritó Ana, llena de entusiasmo.
"¡No es correcto!" - dijo Tico, riendo. "¡Es una rueda!"
"¡Sí!" - aplaudió Pepe, y Tico les mostró el camino al siguiente acertijo.
El segundo acertijo era más complicado:
"Canto con dos voces,
una luz de la mañana,
flores de mil colores,
y una sombra en la ventana.
¿Qué soy?"
"¡Una mariposa!" - sugirió Ana.
"¡Bien!" - sonrió Tico, siguiendo su acercamiento.
El duende los guió nuevamente a una cueva llena de misterio. En la entrada, había un último acertijo:
"Nadie lo ve, pero todos lo sienten,
no se puede tocar, pero se escucha.
A veces está cerca, otras lejos,
¿Qué es?"
"¡El viento!" - dijo Pepe a los gritos.
"¡Correcto!" - exclamó Tico, alegre.
Con todos los acertijos resueltos, la puerta de la cueva se abrió, revelando un brillo dorado que iluminaba la escena.
Dentro, encontraron montones de monedas de chocolate y una nota que decía:
“El verdadero tesoro no son las monedas, sino la amistad y las aventuras compartidas”
Pepe y Ana se miraron, comprendiendo que su travesía había sido mucho más que solo encontrar un tesoro.
"Gracias, Tico, por acompañarnos en esta aventura. ¡Fue increíble!" - expresó Ana.
"Recuerden siempre que las experiencias compartidas son los mejores tesoros" - concluyó Tico, mientras desaparecía tras un árbol.
Pepe y Ana volvieron a casa, llenos de dulces pero, sobre todo, de recuerdos y risas. Desde entonces, prometieron seguir explorando juntos y viviendo aventuras, porque sabían que cada día podía ser una nueva historia en la que descubrir el verdadero tesoro de la amistad.
FIN.