Pepe y el Secreto de la Colaboración


Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Feliz, un niño llamado Pepe que se despertó una mañana con mucha hambre. Miró a su alrededor y vio que su mamá aún estaba dormida.

- ¡Ay, tengo tanta hambre! -susurró Pepe mientras se frotaba la pancita. Pepe sabía que no debía despertar a su mamá, ya que ella había trabajado hasta tarde la noche anterior para poder darle de comer a él y a sus hermanitos.

Entonces, decidió que tenía que buscar algo para desayunar sin hacer ruido. Salió de puntillas de su habitación y se dirigió a la cocina. Buscó en los armarios y encontró unas galletitas, pero eso no era suficiente para calmar su ambre.

- ¿Qué puedo hacer? -se preguntaba Pepe mientras miraba por la ventana. Fue entonces cuando recordó que en el jardín trasero de su casa había un hermoso huerto con frutas deliciosas.

Sin dudarlo, salió sigilosamente por la puerta trasera y se dirigió hacia el huerto. Al llegar allí, vio manzanas rojas brillantes colgando de los árboles. Se acercó cuidadosamente, tomó una manzana madura y le dio una mordida jugosa.

La manzana estaba tan sabrosa que no pudo resistirse y siguió comiendo más frutas del huerto: peras jugosas, naranjas dulces y uvas frescas. De repente, escuchó pasos detrás suyo. Se dio vuelta asustado y vio a su mamá parada allí con una sonrisa en el rostro.

- ¡Pepe! ¿Qué estás haciendo despierto tan temprano? -preguntó su mamá sorprendida. Pepe bajó la cabeza avergonzado, sintiéndose culpable por haber comido las frutas del huerto sin permiso.

Pero antes de que pudiera decir algo, su mamá lo abrazó amorosamente y le dijo:- Sé que tenías hambre, mi amor. La próxima vez solo tienes que despertarme y prepararemos juntos un delicioso desayuno.

Pepe aprendió esa mañana una importante lección: siempre es mejor pedir ayuda en lugar de intentar resolver las cosas solo. Desde entonces, él y su mamá compartieron momentos especiales cocinando juntos y disfrutando de ricas comidas en familia.

Y así, en Villa Feliz, Pepe comprendió que el verdadero sabor de la comida estaba en el amor con el cual era preparada y compartida.

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